Las FARC fusilan a los niños reclutados que intentan dejar sus filas

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De acuerdo con un estudio reciente, el 47 por ciento de los guerrilleros de las FARC fueron reclutados cuando eran menores de edad; muchos de ellos, a la fuerza. La historia de «Jeny» es un reflejo de esa violencia que vivieron niños y adolescentes durante los largos 50 años de conflicto armado en Colombia.

«Jeny», una mujer que fue cooptada por las FARC junto con su prima cuando tenía 12 años y que logró escapar recientemente, contó al periódico español El Mundo las atrocidades que sufrió y las que la obligaron a cometer en las filas de la guerrilla.

«¿Quiere saber de su prima? Fue fusilada, la matamos el 3 de enero porque se iba a volar. ¿Usted tiene algo que ver con lo que ella iba a hacer?», la increpó una vez un líder de los terroristas. Así ella supo que su prima había sido asesinada y que su única posibilidad de sobrevivir era fugarse. En julio pasado, aprovechó que la mandaron a un caserío a hacer un recado y escapó.

Hoy, es una más de los 18.419 los guerrilleros que han abandonado la banda terrorista desde 2002 para acogerse al Programa de Reintegración. Y ella afirma que hará todo lo posible para que las FARC no secuestren más niños para enseñarles a matar y condenarlos a vivir un calvario, como hicieron con ella.

«Jeny» revela que los menores son amenazados con la muerte e incluso ejecutados cuando todavía intentan resistirse a su nueva vida con las FARC y huir para reencontrarse con su familia. La disciplina impuesta por los terroristas se logra con sangre.

El día que fue secuestrada

La primera noche que llegó al campamento en zona rural de Urrao, departamento de Antioquia, no dejaba de llorar pensando en su familia. Las guerrilleras veteranas le advirtieron que se callara: «Si la ven triste, la sancionan o la fusilan por estar desmoralizada».

A las dos semanas, la separaron de su prima y le dieron un fusil, según relata el artículo de El Mundo. «Lo arrastraba, era muy pesado, y me regañaban porque decían que tenía que tomarlo con firmeza y quererlo como a mi mamá o papá, o más, porque eso es la vida de uno», recuerda la ex guerrillera.

Cuando llevaba cinco meses en las FARC, intentó ir a su casa para despedirse de su familia. «Olvídese del papá, la mamá y los hermanos. La familia la tiene acá», le dijeron. No volvió a saber de ellos. Poco después, perdió a un compañero en un combate. «Me cayó muerto encima. Tenía 14 años, era muy amigo mío. Yo le lavaba la ropa y él me ayudaba con el equipo en las marchas».

Con el pasar de los meses, fue resignándose y habituándose a la disciplina. Pero había acontecimientos que la marcaban y le recordaban que esa guerra no era suya. Su frente participó en la masacre de Bojayá, en la que fueron asesinados 119 civiles. «En la guerra, el que muere es que está metido, revuelto con los policías, con el Ejército», le dijo un guerrillero cuando la oyó quejarse por las muertes de niños y madres. «Nosotros matamos, pero no asesinamos», agregó.

Una de sus peores pesadillas fue abandonar a la hija que tuvo con un guerrillero. Su comandante descubrió el embarazo cuando estaba muy avanzado y el enfermero que practicaba los abortos en el frente no llegó a tiempo de hacérselo. La obligaron a entregar el bebé a una señora que colaboraba con la guerrilla. Las guerrilleras son forzadas a practicarse abortos. «A una compañera le hicieron un aborto a los ocho meses de embarazo. Se lo sacaron con pinzas y ella quedó como loca», cuenta «Jeny».

Después de huir con la ayuda del Ejército, ingresó al programa de Reintegración y pudo recuperar a su hija, que ya tiene 8 años. «Jeny» ahora retomó sus estudios escolares para poder reinsertarse en la sociedad y recibe un apoyo económico del Estado mientras encuentra trabajo. Aún no ha podido ver a sus padres y hermanos porque teme que, si vuelve a su tierra, las FARC puedan asesinarla.

INFOBAE

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