Artífice del diálogo con la guerrilla de las Farc, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ahora quiere convencer a Europa de colaborar con la «última oportunidad» para la paz en el país después de un conflicto interno de más de medio siglo.
«El conflicto colombiano es el más viejo de todo el continente occidental y hay quienes dicen que del mundo», señala en una entrevista con la AFP desde el palacio presidencial en Bogotá, la primera concedida a una agencia de noticias internacional desde su reelección en junio por un período de cuatro años.
Durante una maratónica gira por seis países en cinco días la próxima semana, Santos abogará por la creación de un «fondo fiduciario para ir planeando el posconflicto», con miras a un eventual acuerdo histórico con las Fuerzas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc, la principal guerrilla comunista, surgida en 1964 de un levantamiento campesino.
«Si logramos la paz, tendrá unos efectos mucho más allá de las fronteras colombianas», dice el líder de centro-derecha, que hablará de los progresos en las pláticas con las Farc con líderes políticos de España, Bélgica, Alemania, Portugal, Francia y Gran Bretaña.
Las conversaciones de paz, que se adelantan desde hace dos años en Cuba sin un alto el fuego en Colombia, han permitido un principio de acuerdo sobre la necesidad de luchar contra el tráfico de drogas, un argumento de peso para el Viejo continente.
«Colombia ha sido el proveedor de cocaína para el mundo entero en los últimos 35 (o) 40 años», afirma Santos, que busca fomentar la inversión europea en cultivos alternativos a la coca, base para la fabricación de la droga y en muchos casos principal fuente de sustento de los agricultores de los Andes.
«Problemas de imagen»
«Todavía tenemos problemas de imagen, eso es cierto. Pero los hechos son el mejor amigo para el cambio», observa el mandatario.
A la cabeza de la cuarta mayor economía de América Latina, un país de 47 millones de personas que prevé un crecimiento de 5% este año, Santos también apuesta a proponer a los inversores extranjeros proyectos económicos para contribuir, entre otros aspectos, a la «capacitación de los guerrilleros para volverlos ciudadanos productivos».
Este es uno de los principales desafíos del posconflicto: evitar que los exrebeldes se unan a las bandas de narcotraficantes, como fue el caso de muchos desmovilizados de milicias paramilitares de derecha, otro actor de un conflicto que en cinco décadas ha dejado unos 220.000 muertos y más de 5 millones de desplazados, según cifras oficiales.
«Ya no tendrán el logo de las FARC, serán bandas criminales que se perseguirán con toda la contundencia del Estado» y «si algunos piensan continuar como bandidos, pues el peso de la ley les caerá», apunta.
El presidente colombiano también ve en la paz «efectos muy positivos» en «la lucha contra el cambio climático» y la preservación de «la biodiversidad».
«Este conflicto ha sido responsable del deterioro de gran parte de nuestro medio ambiente, de nuestras fuentes de agua, de nuestros bosques tropicales», subraya.
Pero con este pedido de ayuda a la comunidad internacional, sin haber sellado aún la paz, ¿Colombia no está poniendo el carro delante de los bueyes?
Las autoridades todavía deben concretar los contactos exploratorios para iniciar un proceso de paz «fuera de Colombia» con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el segundo grupo rebelde comunista del país, que cuenta con unos 2.500 combatientes, frente a los 8.000 de las FARC, según datos del gobierno.
Santos, que no quiere imponer una «fecha límite», sueña con concluir las negocaciones con la principal guerrilla el año que viene, antes de las elecciones regionales de octubre de 2015, cuando se podría organizar simultáneamente una consulta popular para refrendar el acuerdo.
«No me cabe la menor duda de que los colombianos van a apoyar la paz», dice el presidente, no sin antes sentenciar: «Muchos han considerado que ésta es la última oportunidad porque no es fácil que se den todas las condiciones para que el proceso sea exitoso».
AFP