Los cabecillas de las Farc ‘Carlos Antonio Lozada’, ‘Pacho Chino” y “Pastor Alape” están en Cuba desde principios de octubre

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Los cabecillas de las Farc conocidos con los alias de “Carlos Antonio Lozada”, “Pacho Chino” y “Pastor Alape” se encuentran en Cuba por lo menos desde la segunda semana de octubre, según lo deja establecer un escrito publicado en la página de internet del grupo guerrillero por el último de los citados, que fecha en La Habana y en el cual habla de “señales y expectativas de paz”, al reseñar un encuentro nacional de Zonas de Reserva Campesina que se realizó un mes atrás en el municipio de Tibú, Norte de Santander.

Junto con Lozada, Pacho Chino y Alape, se desplazaron a territorio cubano para incorporarse al equipo negociador de las Farc, otros mandos medios del grupo guerrillero entre ellos José Vicente Lesmes, aliias “Walter Mendoza”; Diego Ardila Merchan, alias “Leonel Paz” y Luis Eliécer Rueda, alias “Matías Aldecoa”.

Alape, o también alias “Jose Lisandro Lascarro”, cuyo verdadero nombre es Félix Antonio Muñoz Lascarro, y quien data su escrito el 12 de octubre, es el tercer integrante del llamado “secretariado general” de las Farc que se encuentra en la isla de los Castro como integrante del equipo que negocia la paz con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Los otros dos son alias ‘Iván Márquez’ y ‘Pablo Catatumbo’.

Sin embargo, Alape no participará directamente en la mesa de diálogo, sino la llamada “comisión técnica” encargada de definir el proceso para la dejación de las armas.

Alias “Pastor Alape”, es oriundo del municipio de Puerto Berrío, Antioquia, fue elemento muy cercano al desaparecido ideólogo de las Farc, alias Jacobo Arenas y entró a formar parte del “secretariado general” en septiembre del 2010, en reemplazo del abatido cabecilla militar del grupo guerrillero Jorge Briceño Suárez, alias el “Mono Jojoy”.

Como mandamás del bloque Magdalena Medio, Alape operó en los departamentos de Antioquia, Santander y el sur de Bolívar y por sus crímenes sobre él pesan varias condenas y hay vigentes una docena de ordenes de captura, además de estar pedido en extradición por los Estados Unidos por tráfico de narcóticos y terrorismo, con una recompensa de 2 millones y medio de dólares.

En el escrito, que pone en evidencia que se encuentra en Cuba, Alape advierte “señales y expectativas de paz” por el comportamiento que tuvieron el Ejército y la Policia Nacional frente al encuentro sobre las zonas de reserva campesina realizado el 20 de septiembre en la región del Catatumbo, que afirma, contó con la participación de “más de 8.000 campesinos de todas las regiones de Colombia, acompañados por académicos, representantes políticos, miembros del parlamento, defensores de derechos humanos y cooperantes internacionales”.

Subraya que “entre las temáticas abordadas estuvo presente la paz de Colombia, porque, para ellos, estos son “tiempos preñados de anhelada paz y de esperanza” en el logro de un acuerdo que “siente las bases para la construcción de la paz con justicia social”.

Añade que “los campesinos denunciaron la característica arrogancia del gobierno para incumplir compromisos, pues después de haber prometido enviar funcionarios de alto nivel, no hizo presencia alguna en el encuentro” y advierte que “las conclusiones del encuentro registran una pequeña y significativa señal de reconciliación”.

Al efecto destaca que los campesinos dijeron en sus conclusiones que “las fuerzas militares y la policía nacional mostraron apertura para diseñar la seguridad del encuentro cumpliendo con sus compromisos”, y por ello considera que “este hecho cuenta dentro de los insumos que generan esperanzas en el trabajo de la comisión técnica que se encargará de ir adelantando, para la mesa de conversaciones que sesiona en La Habana, el tema del cese el fuego bilateral, del armisticio, para detener en forma urgente la confrontación militar”.

“El hecho de que en esta ocasión los integrantes de los cuerpos armados del Estado hayan mostrado un comportamiento sensato y distinto, en una región tan agredida por los mecanismos de violencia institucional y para institucional, masacrada y estigmatizada por la barbarie del Estado, tan sangrientamente reprimida en las movilizaciones campesinas del año pasado, lo impulsa a uno a soñar y a percibirlo como un acto de expectación en el camino de la paz para Colombia. Es una pequeña columna que se levanta en la edificación de la reconciliación de la nación, un indicio de que la paz sí es posible”,. precisa.

“Ojalá –continúa señalando –se repitan sucesos como este, en los que la Fuerza Pública respeta las distintas manifestaciones y expresiones del movimiento social. Y, pensando con el deseo, podríamos tomarlo como buen augurio de que el tema del cese de hostilidades puede avanzar, de acuerdo con las expectativas planteadas en las manifestaciones de respaldo al proceso de paz realizadas en Colombia y el exterior.

Luego dice que “no hay duda que muchos militares y policías de base y parte de la oficialidad quieren la paz, desean vivir con la certeza de que no perecer en la guerra y regresar a disfrutar del cariño de sus familias, a estudiar y elevar su nivel de conocimiento académico” y subraya que “se requiere de una profunda y colectiva pedagogía de paz, para que la posguerra pueda recomponer la estructura mental que gobierna a los integrantes de los cuerpos de seguridad del Estado”.

“No cabe duda, que la señal de reconciliación registrada en el encuentro de campesinos en Tibú, es buen signo para la paz de Colombia”, concluye Alape en su escrito.

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