Por Oscar Montes:
Como un baldado de agua fría cayó en la Casa de Nariño la más reciente encuesta de Ipsos Napoleón Franco sobre la favorabilidad de Juan Manuel Santos, pues evidencia la pérdida de 15 puntos desde el momento en que asumió la Presidencia de la República hasta el pasado 16 de abril, cuando se terminó de realizar el trabajo de campo de dicho estudio. En efecto, Santos pasó del 73% de favorabilidad en agosto de 2010 al 58% en abril, mientras que la tendencia, luego de tres mediciones consecutivas, empieza a ser negativa.
El trabajo de campo del estudio de Ipsos Napoleón Franco fue realizado en momentos en que Santos participaba de la VI Cumbre de las Américas, es decir tenía sobre su rostro todos los reflectores de las cámaras y todo el protagonismo mediático, que incluía la portada de la revista Time y entrevistas en casi todos los medios de comunicación del país.
Aunque la favorabilidad presidencial sigue estando por encima del 50 por ciento, dos hechos llaman poderosamente la atención. El primero es que está muy por debajo de la que siempre mantuvo el antecesor de Santos y hoy su más aguerrido opositor, Álvaro Uribe, quien gobernó durante ocho años con una favorabilidad superior al 70 por ciento.
El otro hecho que ya empieza a ser preocupante es la tendencia que marca la encuesta, pues desde agosto de 2010, cuando asumió la Presidencia, hasta el fecha, Santos no ha podido revertirla, lo que hace prever un futuro poco halagador, si se tiene en cuenta que aún falta el remate de su gobierno, que es cuando el gobernante sufre su mayor desgaste ante la opinión pública.
La preocupación en Palacio radica en que el escenario de la reelección aún no se ha descartado y por consiguiente la favorabilidad actual no es prenda de garantía en caso de que Santos decida continuar otros cuatro años.
Pero si bien es cierto que el presente de Santos por cuenta de las encuestas empieza a ser preocupante, su futuro podría ser peor si se tiene en cuenta que aún faltan una serie de hechos que podrían llevar la favorabilidad a escenarios verdaderamente dramáticos.
El más grave de ellos es el invierno, que apenas empieza a hacerse sentir en todo el país y que ya demostró lo que funesto que puede resultar para la imagen presidencial. ¿Qué futuro espera a Santos? ¿Cómo combatir la tendencia negativa de las encuestas?
¿Qué está pasando con las encuestas?
Las encuestas realizadas por Ipsos Napoleón Franco, desde noviembre de 2010 hasta abril de 2012, muestran un constante descenso en los indicadores de favorabilidad del Presidente Santos. En efecto, en noviembre de 2010 Santos tenía un 73% de favorabilidad, que descendió al 71% en julio de 2011 y siguió bajando al 64% en noviembre de ese mismo año, hasta llegar al 58% en abril de este año.
Se trata, pues, de una tendencia negativa y por tal razón las alarmas de la Casa de Nariño deben estar encendidas, puesto que, de mantenerse, Santos se expone a terminar su mandato con una favorabilidad muy precaria, la cual, obviamente, comprometería seriamente sus planes reeleccionistas, en caso de que así lo esté considerando.
Cuando un gobernante llega al temido 50% de favorabilidad debe empezar a preocuparse porque ello significa que su maniobrabilidad también empieza a resentirse. Llegar al 50% con tendencia negativa es mal síntoma.
Juan M. Santos y la sombra de Álvaro Uribe
Aunque en la encuesta de Ipsos Napoleón Franco, Álvaro Uribe también bajó su favorabilidad (56%), el problema para Santos es que Uribe no es Presidente y por tanto no gobierna. Y algo más: cuando gobernó durante ocho años, su favorabilidad siempre estuvo por encima del 70%.
Es evidente que el estilo de gobierno del primero se acerca mucho más al sentir de la mayoría de los colombianos. Ello no quiere decir que Uribe gobernó bien y Santos gobierna mal, como han querido hacerlo ver los amigos del primero y malquerientes del segundo. Quiere decir simplemente que Uribe es Uribe y Santos es Santos.
Pensar que Santos se va a lanzar de cabeza a las aguas del Guatapurí para darse un chapuzón, o va a tomar un megáfono para enfrentarse a unos estudiantes inconformes, es no conocer el estilo del Presidente, quien es mucho más flemático que Uribe y es percibido como alguien distante.
¿En qué se está equivocando el Jefe de Estado?
El estudio de Ipsos Napoleón Franco muestra que los dos problemas que más preocupan a los colombianos en la actualidad son desempleo e inseguridad. El primero es un mal que marca muy alto desde los tiempos de Álvaro Uribe, quien nunca pudo cumplir su promesa de dejarlo en un dígito; mientras que el segundo volvió a reactivarse después de haber sido controlado durante los dos mandatos del padre de la Seguridad Democrática.
De hecho, el tema no fue “un problema a resolver” durante la pasada campaña presidencial, como si lo fue la educación. En el caso de Santos, habría que decir que la inseguridad que hoy marca alto en las encuestas tiene que ver directamente con las llamadas bandas criminales, reductos de los grupos paramilitares que se desmovilizaron durante el gobierno de Uribe.
Es curioso que un hombre especializado en el manejo de la información no haya sabido “vender” los logros en materia de seguridad, que, en el caso de golpes a las Farc, son tantos o más contundentes que los propinados por el propio Uribe. El no haber podido articular la política de restitución de tierras también empieza a pasarle factura al Presidente.
¿Es posible revertir la tendencia?
Juan Manuel Santos, al igual que Uribe, le apostó a la minería y al petróleo, como los grandes ejes de la economía nacional, hasta el punto de que hoy en día entre ambos generan el 70 por ciento de los ingresos del país. El problema es que las regalías que producen (‘la mermelada’) no alcanza para untar a todas las regiones.
Socializar los réditos de estos sectores es el reto inmediato de Santos, pues se está quedando sin el pan y sin el queso, es decir está cargando con la mala imagen que transmiten las multinacionales que explotan los recursos naturales y no ha podido traducir en beneficio social los ingresos que las mismas le generan al país.
De esta manera el buen momento de la economía, que todos ponderan, sigue sin untarse de pueblo, lo que, obviamente, repercute en la imagen del Presidente. Mientras el aumento vertiginoso en la inversión extranjera directa en el sector petrolero que supera los 2.600 millones de dólares, por ejemplo, no se traduzca en beneficios concretos para los estratos más bajos de la población, el Gobierno no tendrá cómo revertir la tendencia negativa que empieza a acompañar a Santos. Al menos en ese frente es necesario un “golpe de timón”.
Por Óscar Montes
@leydelmontes