Mujeres víctimas del conflicto armado reciben casa sede como símbolo de reparación

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Más de 500 mujeres víctimas del conflicto armado y sus familias se beneficiarán con la nueva casa de Afromupaz, ubicada en la localidad de Usme.

“Esta acción demuestra el interés de la Alcaldía por apoyar y acompañar todos los procesos de las víctimas del conflicto. Seguiremos cumpliendo los compromisos adquiridos en el Comité Distrital de Justicia Transicional con todos los colectivos sujetos de reparación. Una vez más les decimos a las víctimas que estamos para ustedes y para cumplirles”, explicó Gustavo Quintero, Alto Consejero para las Víctimas del Distrito.

El predio, que significó una inversión de $417 millones para el Distrito, fue elegido por las integrantes de AFROMUPAZ por ser un espacio acorde con sus necesidades, que además les permite desarrollar sus procesos políticos, psicosociales, socio-productivos y de formación.

Según la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación, el objetivo de esta nueva sede es que las mujeres tengan un lugar para desarrollar sus líneas socio-productivas que ellas han llamado ‘mingueras’. Ahí producen ropa, dulcería, gastronomía y calzado.

También adelantarán iniciativas psicosociales como la ‘Huerta del Perejil’, una estrategia colectiva de apoyo a todas las mujeres víctimas de la violencia, y ‘Aguamanil’, que permite conectar a la mujer con el cuerpo a través de un proceso individual de sanación ancestral.

María Eugenia Urrutia, representante de AFROMUPAZ, explicó que “en la nueva casa tendremos más posibilidades de acceder a recursos propios y autónomos, siempre confiamos en que íbamos a encontrar un lugar propio. Agradecemos esta apuesta del gobierno Distrital y Nacional, nos sentimos muy felices porque la reparación fue más allá de las palabras”.

¿Quiénes son AFROMUPAZ y qué hacen?

La Asociación de Mujeres Afro por la Paz – AFROMUPAZ-, es una organización de mujeres afro víctimas del conflicto provenientes de
diferentes partes del país, quienes llegaron a Bogotá desplazadas por la violencia en 1999.

Aunque el sentimiento del dolor producido por la violencia las unió, ellas mismas cuentan que el deseo de continuar con sus vidas
y transformar el odio en amor las impulsó a generar proyectos políticos organizativos para la sanación de las víctimas, a través de estrategias psicosociales diferenciales y la recuperación de sus proyectos de vida.

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