Lo que le espera a Duque

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Por Carlos Obregón

A partir de agosto Colombia da un giro en el manejo del Gobierno, donde las políticas y las reformas serán de corte conservador, pero mantiene los mismos ejes de Estado, con un modelo económico de respeto a la propiedad privada, como uno de sus fundamentos, junto con la separación de poderes, lo cual deja tranquilo al llamado establecimiento.

Con el triunfo de Iván Duque en Colombia este domingo espanta el fantasma del castro – chavismo, con la derrota de Gustavo Petro, pero a la vez plantea interrogantes sobre asuntos sustanciales en los que ha avanzado el país como la paz con las Farc o el proceso con el Eln. ¿Habrá diálogo con Timochenko? ¿levantará la mesa de La Habana? Así mismo mantiene las expectativas que se habían abierto en la campaña de derrotar la corrupción y hacer las reformas políticas que permitan avanzar hacia un sistema democrático moderno.

Duque llega con un respaldo popular significativo –más de 10 millones 300.000 votos—y con unas propuestas que desde su concepto de manejo del Estado espera sacar adelante. Unas que hablarán de su talante y estilo como lograr la unidad de los colombianos, cambiar la prácticas clientelistas desde el gobierno y atacar la corrupción sin necesidad de entregarse a los partidos. Las otras corresponden más a la visión del modelo de Estado, donde habrá una alta carga de contenido uribista, y son las que tienen que ver con las reformas económicas, de la justicia, la política y el desarrollo regional que se verán en el Plan de Desarrollo que presente.

Pero llega también al gobierno tutelado por su gran mentor, el ex presidente Álvaro Uribe, que para los 8 millones que votaron por Gustavo Petro representa los falsos positivos, la persecución a los opositores y el retroceso en el proceso de paz. De hecho, varios medios internacionales asociaron el triunfo de Duque con Uribe. La relación con el ex presidente puede ser el mayor ejercicio de malabarismo de Duque, quien tiene muy claro lo que le pasó a Santos cuando se desmarcó de su jefe.

Y para gobernar estará rodeado de una alianza de partidos que antes eran incondicionales de Santos, señalados de haber recibido mermelada y de representar la peor corrupción política, que los hicieron pasar por la puerta de atrás para no ensuciar la fachada de la campaña. La primera prueba de la independencia para el gobierno de Duque, que se postula como de renovación, será cuando se conozca el gabinete y los colombianos sepan de qué partido serán sus ministros. Un gobierno que se estrena se puede dar el lujo de mostrar independencia en esa materia, pero también sabe que las facturas las cobran caro en el Congreso.

Y para plantear políticas públicas y fijar posiciones sobre los derechos de las minorías o sobre aborto o eutanasia deberá tener como referente no solo las posiciones del uribistas sino también las de Alejandro Ordóñez, Viviane Morales y el resto de iglesias que lo apoyaron.

Duque también tendrá su Uribe sentado en el Senado, Gustavo Petro, que desde el domingo anunció que será oposición. Sin necesidad de tener una bancada mayoritaria, el perdedor se apoyará en su 8 millones de votos para escrutar lo que diga y haga el gobierno y para hacer movilizaciones en contra de sus políticas, como lo advirtió.

A Duque le tocará gobernar un país diferente al de sus antecesores, que sigue siendo más de centro – derecha que de izquierda, pero más inconforme con sus dirigentes y gobernantes, la corrupción, la exclusión social, las deficiencias de la justicia y la calidad de la mayoría de los servicios que regula el Estado. Habrá que ver qué tanto Duque «es el que es de la campaña» del Duque presidente.

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