Estados Unidos exige a otros su desarme nuclear, pero expande su propio arsenal

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El presidente Donald Trump dejó el acuerdo nuclear con Irán y le pidió a Corea del Norte que se deshaga de sus armas atómicas. EE. UU., por su parte, gasta millones de dólares en revigorizar sus capacidades nucleares.

Para la Casa Blanca, estos han sido días dramáticos en relación con el desarme nuclear: primero, el presidente Donald Trump dejó el acuerdo con Irán, y exigió que Teherán firme un nuevo acuerdo que detenga para siempre su trayecto hacia la construcción de una bomba, y luego el gobierno anunció una reunión, por primera vez en la historia, con el dirigente de Corea del Norte para que su nación se deshaga de sus armas nucleares.

Sin embargo, en cuanto al arsenal estadounidense, todas las iniciativas van en la dirección opuesta, con una serie de anuncios que han pasado algo inadvertidos sobre gastar miles de millones de dólares en edificar las fábricas necesarias para revigorizar y expandir las capacidades nucleares de Estados Unidos.

El contraste ha sido impresionante. La noche del jueves, horas después de que Trump anunció que su encuentro con el dirigente norcoreano, Kim Jong-un, tendrá lugar el 12 de junio en Singapur, el Pentágono y el Departamento de Energía anunciaron planes para comenzar a construir componentes cruciales para la próxima generación de armas nucleares en el Centro Río Savannah, en Carolina del Sur.

La idea es readaptar un complejo problemático y a medio construir originalmente planeado para convertir viejas armas nucleares en combustible para reactores nucleares que iluminarían ciudades estadounidenses. Ahora esas instalaciones se usarán para revitalizar las envejecidas armas nucleares de EE. UU. así como para poder fabricar cientos más.

En su principal informe de estrategia nuclear emitido en febrero, el Pentágono citó la capacidad de Corea del Norte de “producir ojivas nucleares ilegalmente” como una importante justificación de su nuevo esfuerzo.

También la semana pasada, un subcomité de fuerzas estratégicas de la Cámara aprobó los planes del gobierno de Trump de construir un nuevo tipo de arma nuclear de bajo rendimiento, lanzada desde submarinos, con el fin de emparejarse con los avances nucleares rusos.

El presidente del subcomité, Mike D. Rogers, republicano de Alabama, dijo que la decisión fue una reacción a la nueva carrera armamentista con Moscú. Trump dijo en marzo que tenía la intención de reunirse con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, para discutir la carrera armamentista, que según dijo se está “saliendo de control” (no se ha programado tal reunión).

“Este comité sabe qué trama Rusia con estas armas nucleares”, dijo Rogers. “Es tanto serio como horroroso”.

Aunque es posible que el desarrollo nuclear de EE. UU. sea parte de una estrategia de negociación, que ofrezca a Trump algo que pueda intercambiar antes de comenzar, la Casa Blanca ha dejado en claro, tanto en declaraciones como en estrategia, que ve la reducción de las armas nucleares como una vía unilateral.

Difícilmente es la primera vez que Estados Unidos no ve la incongruencia de expandir su propia capacidad nuclear mientras trata de convencer a otras potencias menores de renunciar a la suya.

De hecho, el desequilibrio se fundamenta en el Tratado de No Proliferación Nuclear, que entró en vigor en 1970. Prohíbe que todos los Estados que no tuvieran ya una bomba construyan armas nucleares (Israel, India y Paquistán nunca se unieron y Corea del Norte se retiró).

También requiere que las potencias nucleares reconocidas —Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia— trabajen hacia “el cese de la carrera armamentista y el desarme nuclear”, y en última instancia concluyan su propio desarme.

Durante las dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, tanto Estados Unidos como Rusia podían argumentar que estaban avanzando con respecto a esa promesa. La cantidad de armas nucleares posicionadas por ambos países se redujo, y luego disminuyó todavía más, bajo una serie de acuerdos de control de armas, y en meses anteriores del presente año, los dos quedaron limitados a 1550 armas posicionadas. Tienen miles más almacenadas.

El presidente Barack Obama sostenía que Estados Unidos no podía conminar a otros países a renunciar a sus programas nucleares al tiempo que expandía los propios. Sin embargo, muchos de sus propios asesores dijeron después que deseaban que hubiera hecho más por reducir el arsenal de EE. UU., arguyendo que podría estar por debajo de la cantidad de armas de Rusia y seguir siendo seguro.

Ahora Trump va en la dirección contraria. Estados Unidos ha incrementado drásticamente el esfuerzo por reparar el arsenal existente y prepararse para el día en que otra vez pueda crecer. A menos que el nuevo tratado START se renueve por cinco años, todos los límites a los arsenales estadounidenses y rusos expirarán en febrero de 2021, solo unos días después de que Trump quizá comience su segundo periodo.

Mientras tanto, el gobierno de EE. UU. está haciendo todo lo posible por dejar en claro que se prepara para una época de desarrollo nuclear.

Al centro del anuncio del río Savannah está la producción estadounidense de algo que la industria nuclear llama “pits”. Es un término para referirse a una pequeña bomba nuclear que, cuando se detona al interior de una ojiva, funciona como un cerillo extraordinariamente caliente que enciende una masa mucho más grande de combustible termonuclear. La explosión resultante puede ser fácilmente mil veces más potente que la de la bomba atómica que destruyó Hiroshima.

Uno de los secretos más guardados de la era nuclear es cómo fabricar pits muy pequeños pero muy confiables. La mayoría son del tamaño de una toronja. Ese tamaño pequeño hace que las ojivas termonucleares sean lo suficientemente compactas y ligeras como para colocarse en la parte superior de misiles de largo alcance: es una de las tecnologías que Corea del Norte ha estado buscando y quizá ya resolvió.

La Revisión de la Postura Nuclear del Pentágono, publicada en febrero, solicita la nueva capacidad de producir pits o núcleos de plutonio. También pide al Congreso aprobar las nuevas armas nucleares de bajo rendimiento.

La semana pasada, todo el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes respaldó la Revisión de la Postura Nuclear, aunque los demócratas votaron abrumadoramente en su contra.

“Debemos ser creíblemente disuasivos, pero me parece que la Revisión de la Postura Nuclear está lejos de constituir una disuasión nuclear creíble”, dijo el representante demócrata de Washington, Adam Smith, el miembro de su partido más importante en el comité, quien advirtió que “podríamos caer en una guerra nuclear”

THE NEW YORK TIMES

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