Análisis Ley del Montes | ¿Para dónde van los diálogos con el ELN?

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Por Oscar Montes

@LeydelMontes

Mientras las Farc están a punto de entregar sus armas y de participar en las próximas elecciones, el Eln se niega a abandonar el secuestro y mantiene posturas radicales en la negociación con el Gobierno.

Siempre se ha dicho que negociar con el Eln es mucho más complicado que hacerlo con las Farc. En ello juega un papel determinante el fundamentalismo de sus jefes, que los lleva a creer que lo único que importa es lo que ellos piensan y expresan a nombre del “pueblo”, el mismo al que martirizan cada vez que vuelan un oleoducto, unas torres de energía, asesinan soldados y policías y secuestran a modestos comerciantes a quienes gradúan de potentados para justificar su secuestro y el pago de multimillonarios rescates.

El Eln está sentado con el Gobierno en Quito pero no está negociando. Está hablando, que es lo que hacen sus voceros cada vez que se reúnen con delegados del Gobierno, sea en Colombia o en el exterior, como ocurrió en Caracas, Tlaxcala y Maguncia, Alemania. El Eln habla por hablar, porque sus posiciones dogmáticas no les permiten a sus jefes ceder en algunas de sus posturas. Es el caso -por ejemplo- del secuestro de civiles, cuya práctica no sólo es justificada por alias Gabino y Antonio García, sino que terminó por convertirse para ellos es un «punto de honor» al que no piensan renunciar.

Es decir, el Eln pretende que el Gobierno acepte que sigan secuestrando a lo largo y ancho del país, mientras sus jefes hablan carreta y «botan corriente» en Quito, a donde pretenden llevar a media Colombia para que los escuchen a ellos, porque está visto que ellos no oyen a nadie. Nadie que no sea del ELN, por supuesto.

Por esa razón mientras todo el mundo -o mejor: el mundo entero- condena el secuestro como un crimen de Lesa Humanidad y como el peor de los delitos contra la libertad del ser humano, los jefes del Eln lo justifica aduciendo que lo suyo no es «secuestro», sino una simple «privación de la libertad», que es -según ellos- algo que todos los Estados hacen y que Eln, como organización rebelde, también lo puede hacer. Y luego argumentan con un cinismo que espanta -y sin que les tiemble la voz- que «secuestrar» hace parte del derecho que les asiste para obtener las finanzas que les permita «subvencionar la lucha rebelde».

En su delirio algunos de ellos, como alias Antonio García, se atreven a contradecir la vigencia de tratados que se ocupan del Derecho Internacional Humanitario y que condenan sin contemplación el delito del secuestro. García sostiene que el DIH lo que prohíbe es la «toma de rehenes», que son utilizados como escudos humanos, pero que en ningún momento habla del «secuestro» o de la «privación de la libertad».

Pues bien, Juan Camilo Restrepo -jefe del equipo negociador del Gobierno- lleva varios meses tratando de hacerles entender que secuestrar personas es inadmisible y que ningún gobierno -ni siquiera el de Juan Manuel Santos, que ha dado muestras de su inmensa generosidad con las Farc- está dispuesto a negociar si no abandonan esa práctica criminal. El Eln se niega a hacerlo. Mientras tanto sus voceros prefieren hablar de otros asuntos, como «pedagogía y comunicaciones para la paz, grupos de países de apoyo, acompañamiento y cooperación», al tiempo que anuncian que seguirán trabajando para el «desminado humanitario», sin que nadie sepa qué significa y cuáles son los alcances de dicha expresión.

Esta semana, los mismos jefes del Eln que se niegan a dejar de secuestrar -porque nadie lo prohíbe, según ellos- se atrevieron a condenar la «intromisión» de Estados Unidos en los asuntos internos de Colombia. Los mismos jefes guerrilleros que ven con buenos ojos la presencia de enviados cubanos a Venezuela para que actúen conjuntamente con la Guardia Nacional Bolivariana y con la Policía de ese país a la hora de reprimir a los opositores al régimen chavista. En ese caso no se trata de una «intromisión», sino de una colaboración para hacerle frente al imperio estadounidense.

«Instamos al gobierno y al pueblo de Estados Unidos -dice el Eln en un comunicado- a seguir apoyando los diálogos de paz en Colombia, respetando la soberanía del país, sin interferir o descalificar a las partes». En su mensaje a Estados Unidos, los voceros del Eln piden «respetar la soberanía del país».

La organización defensora de los Derechos Humanos, Human Rights Watch, también ha cuestionado duramente el cinismo y la falta de compromiso del ELN en su negociación con el Gobierno. «El ELN sigue reclutando menores, colocando minas antipersonales, amenazando y desplazando civiles e imponiendo restricciones generalizadas al movimiento de los pobladores que limitan el acceso a sus medios de subsistencia», denunció recientemente José Miguel Vivanco, director del organismo para las Américas, luego de que se conociera de hechos del grupo guerrillero con civiles en el Chocó.

«El Eln -sostuvo Vivanco- debe poner fin a estos graves abusos de forma inmediata e incondicional. El conflicto armado no es una licencia para oprimir y aterrorizar a civiles».

Está visto que el Eln no tiene la intención de poner fin a su comportamiento criminal ni de forma inmediata ni mucho menos incondicional. Para lo primero, exigen un «cese bilateral» del fuego, que fue planteado en la mesa de Quito, pero sobre el que no se hizo ningún tipo de avance, según declararon los propios voceros del Eln, quienes sostuvieron -además- que las conversaciones con el Gobierno no terminarán antes de las elecciones presidenciales de 2018. Es decir, ese «chicharrón» lo heredará el sucesor de Santos.

Y de los partidos y movimientos que tendrán candidatos presidenciales el próximo año, el único que ha expresado abiertamente su opinión sobre la suerte de los diálogos con el Eln ha sido Cambio Radical, del ex vicepresidente, Germán Vargas Lleras. En efecto, Jorge Enrique Vélez, presidente del partido, ha dicho que ese grupo guerrillero debe aprovechar la negociación con Santos, porque si Vargas Lleras es elegido Presidente «esa mesa de diálogos se levanta». ¿Qué suerte le espera a la negociación con el Eln?

El cinismo del Eln, como arma de diálogo

Pretender justificar el secuestro como una herramienta para sostener la lucha armada es desde todo punto de vista una gravísima equivocación. El Eln debe renunciar a esa práctica criminal de inmediato. Punto. El mayor costo político que han tenido que pagar los grupos guerrilleros en Colombia es haberse valido del secuestro para el sostenimiento de sus combatientes y su causa revolucionaria. El secuestro significó el golpe de gracia que terminó por alejarlos definitivamente de la población. El poquito respaldo popular que tenían en sus zonas de influencia se esfumó cuando comenzaron a secuestrar comerciantes, ganaderos y agricultores. El cínico argumento de que se trata de «retenciones» y no de secuestros, es una prueba contundente de su carencia de compromiso en un diálogo serio que permita la desmovilización y el reintegro de sus combatientes a la sociedad civil. Es prueba también de la «ceguera histórica» del Eln que insiste en la lucha armada para acceder al poder en momentos en que hasta las Farc terminaron por entender que ese sueño revolucionario no es más que una quimera. De hecho, logros de los diálogos de La Habana -como el acceso a la tierra y los derechos políticos a la oposición, entre otros- demostraron la eficacia de la negociación para quienes se levantaron en armas.

El espejo de las FARC

La reunión de los jefes de las FARC con los del ELN celebrada recientemente en La Habana, que fue propiciada por el Gobierno, sirvió para que sus voceros intercambiaran opiniones y experiencias sobre la salida negociada al conflicto armado. Mientras los primeros están a punto de hacer dejación de todas sus armas y comenzar de lleno su reinserción a la sociedad, los segundos todavía tienen dudas acerca de la conveniencia de sentarse a negociar con el Gobierno. Las Farc llegaron a la mesa convencidas de la imposibilidad de acceder al poder por la vía armada, luego de perder a un buen número de sus jefes. El Eln, por su parte, considera que esa opción aún sigue vigente, ya no para tomarse el poder, pero sí para lograr el mayor número de reivindicaciones sociales para el pueblo, según sus voceros. Dentro de poco las Farc podrán participar en política y tendrán delegados suyos en el Congreso de la República, mientras que el Eln mantiene aún deliberaciones internas -¿eternas?- acerca de si es bueno negociar con Santos o esperar a que llegue un nuevo gobierno. Mientras se ponen de acuerdo es bueno que sepan que difícilmente encontrarán un Presidente más dadivoso que Santos, pues el costo político que ha tenido que pagar -y que se refleja en un paupérrimo 12 por ciento de respaldo popular- muy pocos querrán asumirlo.

¿A qué juega Maduro?

Las relaciones del Eln con el gobierno venezolano son muy cercanas. En múltiples oportunidades ha sido denunciada la presencia de guerrilleros de ese grupo insurgente en el vecino país, así como la existencia de campamentos en zonas fronterizas. La crisis que vive el régimen chavista encabezado por Maduro es una muy mala noticia para el Eln, pues significa no sólo pérdida de respaldo político, sino logístico. Un Maduro en problemas es un problema para el Eln. Para el Gobierno de Colombia también es mucho más difícil tener que lidiar con un Maduro belicoso por cuenta de la crisis interna que atraviesa su gobierno. La posibilidad de escalar el conflicto verbal con Colombia con el propósito de subir su aprobación, no deja de ser una tentación para el presidente del vecino país. El anticolombianismo que fue tan utilizado en tiempos de Chávez -cuando sostuvo duros enfrentamientos con Álvaro Uribe- podría convertirse en un recurso de Maduro en su afán por recuperar el respaldo perdido. Hasta ahora, Maduro no ha pasado de los insultos y las amenazas con contar «todos los secretos de la negociación del Gobierno de Santos con las FARC», a los hechos. Pero nadie garantiza que no lo hará en un futuro. Todo depende de su estado de ánimo, que a su vez depende de qué tanto le llega el agua al cuello.

¿Y si Trump mete las narices?

Por ahora Trump tiene asuntos más importantes que lo mantienen muy ocupado, entre ellos sus relaciones con Rusia, que están siendo investigadas con lupa por los medios de comunicación de Estados Unidos y que ya le costaron la cabeza a un director del FBI. Mientras Trump esté ocupado en otros menesteres, pocos países de América Latina le quitarán el sueño. Uno de ellos es Cuba, país al que le canceló el acuerdo que había sido firmado por Barack Obama. De esta forma, Trump puso fin al acercamiento que había iniciado su antecesor al tiempo que anunció que ayudará al pueblo cubano en su lucha contra el «brutal» gobierno de la isla. Venezuela, aunque ya aparece en el radar del gobierno estadounidense, todavía no es prioritario en su agenda. Todo depende de cómo se desarrollan los hechos en el vecino y de que tantas atrocidades estén dispuestos a cometer Maduro, Diosdado Cabello y otros altos dirigentes de, régimen chavista. En la medida en que Estados Unidos se meta en Venezuela, Colombia se verá afectada. No obstante, las declaraciones de funcionarios de ese país sobre asuntos internos de Colombia, como la liberación de un jefe guerrillero de las Farc y la no utilización  de la aspersión aérea para acabar con los cultivos de coca, hacen pensar que nos están observando con lupa. Las declaraciones de Santos en ambos caso, pidiendo respeto a las decisiones judiciales y negarse a considerar la posibilidad de fumigar con glifosato los cultivos de coca, obviamente que no cayeron muy bien en las oficinas de la Casa Blanca.

 

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