Análisis Ley del Montes: ¿Un gobierno de transi…qué?

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Por OSMAR MONTES

@LeydelMontes

Nadie sabe a ciencia cierta qué significa el “gobierno de transición” que proponen las Farc. Los únicos que lo saben son los jefes guerrilleros. Y eso tiene asustados a millones de colombianos.

Pocos anuncios han causado más desconcierto y susto a los colombianos que el de Rodrigo Londoño, alias Timochenko, el pasado 24 de noviembre en el Teatro Colón de Bogotá, cuando expresó delante del presidente, Juan Manuel Santos, la voluntad de las Farc de conformar en 2018 un “gobierno de transición”, que permita desarrollar los acuerdos de La Habana.

“Confiamos en tomar parte activa, en plena legalidad, en los próximos debates y justas políticas. Destacamos la importancia que tendría para el país la conformación de un gobierno de transición, cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal de los Acuerdos de La Habana, el cual debería estar integrado por todas las fuerzas y sectores que han trabajado sin tregua por ellos”, declaró Timochenko.

La sorpresiva propuesta del jefe guerrillero sigue sin ser asimilada por amplios sectores de la opinión pública que se preguntan cuáles son los verdaderos alcances de ese “gobierno de transición”.

Todos los voceros de las Farc han sido claros en expresar que el hecho de haber renunciado a la lucha armada no significa que hayan abandonado su ideal de implantar en Colombia un sistema socialista, que es el que ellos consideran que debe imponerse.

De tal manera que si Timochenko anuncia un “gobierno de transición” no resulta difícil pensar que dicha transición sería hacia el modelo socialista, el mismo que ha fracasado en todo el mundo, desde la Unión Soviética hasta Venezuela, pasando por Cuba, donde la revolución, encabezada por Fidel Castro y el Che Guevara, derrocó a un dictador como Fulgencio Batista, para terminar imponiendo su propia dictadura.

Pero si de lo que se trata es de una transición hacia el socialismo, entonces habría que preguntarles a los negociadores del Gobierno –encabezados por Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo– si fue que en La Habana también se negoció el modelo económico del país, que no es otro que el capitalismo, que se soporta en una economía de mercado, la propiedad privada y la libre empresa.

Cuando el desconcierto nacional seguía creciendo –especialmente en los sectores productivos del país– Timochenko precisó la iniciativa que lanzó en el Teatro Colón: “Debe ser un gobierno de transición, al cual se deben sumar todas las fuerzas, todos los sectores de opinión, todos los sectores de la patria que quieren que la paz se consolide. Esto es un proyecto a largo plazo. Nosotros consideramos que el próximo presidente debe garantizar la continuidad de este proceso”, afirmó Timochenko a distintos medios de comunicación.

El gobierno de transición sería, entonces, aquel conformado por los partidos y movimientos políticos que conforman la llamada Unidad Nacional, más sectores del Polo Democrático y el Partido Verde, que respaldaron los diálogos, pero no apoyan al Gobierno en otros frentes. A ellos se sumaría el partido político que surja del desmonte de las Farc como organización guerrillera.

La iniciativa de Timochenko tuvo buena acogida entre los voceros de los partidos y movimientos políticos afines al Gobierno, quienes expresaron su deseo de respaldarla. Inclusive, ya empezaron a barajarse nombres de posibles candidatos presidenciales para 2018.

Entre ellos el nombre que tiene mayor acogida es el del jefe del equipo negociador, Humberto de la Calle, aunque también suenan los de Piedad Córdoba –muy cercana a los jefes de las Farc– y hasta el de Gustavo Petro.

De la Calle contaría, además, con el guiño de Santos, quien quiere dejar en la Casa de Nariño a alguien de su absoluta confianza, que le garantice la continuidad de su legado. Santos ha dicho en varias oportunidades que quien mejor conoce el tema de la negociación es De la Calle.

Piedad Córdoba es la líder del movimiento Marcha Patriótica y tiene muy buena acogida en sectores radicales de izquierda. Además, sus estrechos vínculos con Venezuela –donde ha recibido respaldo económico y político– la convierten en otra ficha clave del llamado “gobierno de transición” del que habló Timochenko.

Gustavo Petro –por su parte– ha venido realizando algunos acercamientos con los negociadores de las Farc en La Habana, aunque históricamente sus relaciones no han sido las mejores. En alguna oportunidad –luego de su desmovilazación– a los militantes del M-19 las Farc los consideraban traidores a la causa revolucionaria.

Y también otros candidatos que –sin ser tan evidentes como los anteriores– también tendrían un papel estelar que jugar en el llamado gobierno de transición, como es el caso del exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, quien ha sido un aliado de Santos y de las Farc en su negociación. La militancia en el centro de Fajardo perfectamente le podría permitir moverse hacia la izquierda o hacia la derecha.

El llamado gobierno de transición –en el terreno– no es otra cosa que la alianza política-electoral que proponen las Farc para enfrentar en 2018 al candidato de Álvaro Uribe, que tampoco está definido, aunque hay algunos que ya están en campaña, como Carlos Holmes Trujillo, el senador Iván Duque y hasta el propio exprocurador Alejandro Ordóñez. El gobierno de transición no será nada distinto a una especie de ‘Toconur’ (Todos contra Uribe).

¿Qué suerte le espera a un gobierno de transición? ¿Transición hacia dónde? ¿De la Calle es el hombre?

El ‘conejazo’ de Juan Manuel Santos y las Farc

Aunque las Farc aún no han hecho su debut en el sistema democrático, que se rige por reglas claras y principios irrefutables, habría que decir que su incursión en el mundo electoral la hicieron con el pie izquierdo. Una de las reglas claras del sistema democrático es que los resultados electorales se respetan, aunque el triunfo se haya obtenido por muy poco margen. En ese sentido habría que decir que tanto las Farc como el propio Gobierno desconocieron el resultado del Plebiscito del pasado 2 de octubre, que dio como ganador al ‘No’ para terminar redactando un Acuerdo Final “ajustado” a sus propios intereses. Santos mató el tigre y se asustó con el cuero. Que las Farc desconozcan los resultados electorales es apenas natural para un grupo guerrillero que impuso su voluntad durante muchos años a punta de fusil, pero que el propio Presidente de la República sea quien pase por encima de la voluntad popular y de la propia Constitución causa asombro y produce miedo. Si las Farc no respetan las reglas de juego de la democracia, ¿qué sentido tiene que pretendan participar en elecciones, donde se gana y se pierde? El ‘conejazo’ a los resultados del 2 de octubre y la imposición de acuerdos logrados con un Congreso desprestigiado y ‘enmermelado’ –que fue lo que ocurrió– no solo generará mayor polarización sino que compromete la propia legitimidad de los acuerdos.

Vargas Lleras, ¿en la foto con Timochenko?

El Gobierno de transición que pregonan los jefes de las Farc no será nada distinto a la alianza de todos los amigos de los diálogos de La Habana contra Álvaro Uribe. No obstante, surge una pregunta fundamental: ¿Están todos los partidos de la Unidad Nacional dispuestos a aliarse con las Farc en 2018? De todos ellos, el que más llama la atención es Cambio Radical, el del vicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras. Aunque la política es dinámica, habría que decir que hoy por hoy ni Vargas Lleras quiere salir en una foto con Timochenko, ni Timochenko quiere aparecer al lado de Vargas Lleras. En el caso del vicepresidente, el tiempo pasa y la hora de su retiro para no inhabilitarse se acerca. Aunque Santos y Vargas Lleras insisten en que tienen una muy buena relación, lo cierto es que los coqueteos constantes y públicos de Santos a De la Calle han caído muy mal en las huestes del vicepresidente, que a lo mínimo que aspira –en caso de que Santos no respalde su candidatura presidencial en 2018– es que se muestre neutral y brinde garantías a todos los candidatos. “Santos no le puede pedir a Vargas Lleras más lealtad que la que le ha brindado. Ni siquiera en el tema de la paz, Vargas Lleras ha sido desobligante. El vicepresidente tiene el olfato suficiente para saber las cartas que tiene Santos”, me dijo un allegado al vicepresidente. El riesgo del vicepresidente es terminar convertido en el jamón del sándwich, una vez Santos y Uribe definan sus cartas. Y ese sería el peor escenario para el vicepresidente, puesto que la polarización entre Santos y Uribe terminaría moliendo a Vargas Lleras, quien tendría que morder un buen pedazo en el liberalismo y el conservatismo si quiere ser protagonista de primer nivel. El espacio para una tercería lo ocuparía Sergio Fajardo o un candidato fuerte de la izquierda democrática moderada.

¿Y el exprocurador para dónde coge?

Alejandro Ordóñez salió de la Procuraduría General con estatura presidencial, pero por cuenta del trajinar diario de la política nacional ha terminado desdibujándose. Una vez más quedó demostrado que una cosa es ser titular y otra cosa ser suplente. O mejor: una cosa es ser Procurador General y otra muy distinta ser exprocurador general. Al primero los congresistas le rinden pleitesía, porque se mueren de susto que de un plumazo acabe con sus carreras; mientras que al segundo le sacan carteles en las plenarias y lo llaman “corrupto”. Para decirlo en plata blanca: Ordóñez hoy tiene más pinta de lagarto profesional que de candidato presidencial. Punto. Y ese es un problema grave no solo para él, sino para quienes pensaban apostarle a su candidatura presidencial, entre ellos el uribismo y el conservatismo. Su salida de la Procuraduría por destitución del Consejo de Estado acabó con su presunta invulnerabilidad. En otras circunstancias, Ordóñez sería el ‘gallo’ perfecto para medírsele al candidato del ‘grupo de La Habana’, que encabezaría el llamado ‘gobierno de transición’ que propone Timochenko, y que tendría el respaldo de los partidos de la Unidad Nacional y los partidos y movimientos de izquierda democrática, amigos de los diálogos de La Habana.

Todos contra Uribe y Uribe contra todos

Antes del plebiscito del pasado 2 de octubre, los enemigos de Álvaro Uribe no daban un peso por su futuro político. Pero después del triunfo del ‘No’, el expresidente se convirtió una vez más en el hombre a derrotar por parte del oficialismo en las elecciones de 2018. Aunque no fue el único que promovió el ‘No’, sí tuvo la capacidad de reacción para capitalizarlo. Pero, además, es indudable que a quien quería derrotar Santos era a Uribe y no a los demás. De haber ganado el ‘Sí’, todos los medios de comunicación habrían titulado al día siguiente: “Perdió Uribe”. Pero el problema para Uribe es que tiene respaldo popular –tanto, que el país quedó dividido 50-50– pero no tiene candidatos para esos votos. Ni Óscar Iván Zuluaga, ni Iván Duque, ni Carlos Holmes Trujillo pueden capitalizar el respaldo que tiene Uribe. Y eso en materia electoral es muy grave. Al asumir las banderas de la oposición, incluso por encima de la izquierda democrática, que ahora es santista, Uribe se convirtió en el gran enemigo del Gobierno y por tanto en el hombre a vencer en 2018. De hecho, el “gobierno de transición” que pregona Timochenko, lo único que pretende es impedir que el candidato de Uribe llegue a la Presidencia, porque ello significaría –ni más ni menos– echarle tierra a los acuerdos de La Habana. Esa es su preocupación.

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