Análisis Ley del Montes: El Nobel de Paz ‘macondiano’ concedido a Juan Manuel Santos

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POR:  ÓSCAR MONTES

Mientras en el mundo le reconocen al Presidente sus esfuerzos por acabar la guerra con las Farc, en Colombia el Acuerdo Final que firmó con ese grupo guerrillero fue rechazado por la mayoría de los votantes, por lo que propuso a la oposición un diálogo.

Que Juan Manuel Santos Calderón podría ganarse el Premio Nobel de Paz por la negociación con las Farc, para poner fin al conflicto armado que por 52 años libró el Estado colombiano con esa organización guerrillera, estaba en los planes de la mayoría de los colombianos, empezando por el propio Presidente, quien desde que llegó a la Casa de Nariño no dejó de poner todos los días un solo ladrillo en la obtención de semejante galardón.

Pero la derrota del Sí el pasado domingo, luego de conocerse los resultados del Plebiscito por la Paz, hizo pensar que el reconocimiento internacional podría aplazarse, debido a la desaprobación por parte de la mayoría de los colombianos del llamado Acuerdo Final con las Farc.

Por ello la sorpresa del viernes fue enorme, cuando se supo que Santos había sido el ganador del Premio Nobel de Paz, de forma individual y sin que su contraparte en La Habana –las Farc– tuvieran el mismo reconocimiento, algo que no es muy frecuente cuando se trata de premiar el fin de un conflicto armado, pues casi siempre las premiadas son ambas partes.

Así ocurrió –por ejemplo– con Nelson Mandela, quien compartió su premio con el presidente de Suráfrica, Frederic De Klerk. Lo mismo sucedió cuando el Premio Nobel de Paz fue entregado de forma conjunta a Isaac Rabin –presidente de Israel– y a Yasser Arafat –jefe máximo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) –, a quienes se les reconoció su esfuerzo por alcanzar la paz en el Medio Oriente. A la postre ese sueño de reconciliación se vio frustrado.

No obstante, en esta oportunidad la otra cara de la moneda –las Farc– se quedó por fuera del reconocimiento universal. Esa fue la razón que llevó a alias Iván Márquez a escribir en su cuenta Twitter –una vez conoció del premio a Santos– que “sin contraparte no hay Nobel; por eso nuestra satisfacción de haber aportado un granito de arena al logro de tan alta distinción”.

El Comité reconoció los esfuerzos de Santos por poner fin a la “guerra civil que por más de 50 años vive Colombia”, según informó el Comité desde Oslo, Noruega. Además, premió su liderazgo y su perseverancia en continuar con la negociación, pese a las dificultades que ha tenido, entre ellas el rechazo al Acuerdo Final con las Farc por parte de los colombianos, el pasado 2 de Octubre.

La derrota del Sí –liderado por Santos y todo su equipo de gobierno– es uno de los hechos llamativos del Premio Nobel de Paz otorgado a Santos. Y ello es así porque –en la práctica– se trata de un premio Nobel de Paz, sin paz, al menos por ahora, pues lo pactado entre el Gobierno y las Farc quedó en una especie de limbo político y jurídico, luego de que más del 50 por ciento de los votantes del pasado domingo lo hicieron por el No, es decir, votaron contra el Acuerdo Final con las Farc.

De ahí que el Comité de Paz de Oslo no premiara los logros, sino los esfuerzos por alcanzar la paz. Es más, dice el Comité en su comunicado que “la guerra civil podría estallar de nuevo en Colombia”, si Santos no logra un acuerdo con quienes se oponen a la negociación.

Pero premiar los esfuerzos para lograr la paz –como acaba de suceder son Santos– no puede ser visto como un asunto menor. Todo lo contrario: es el reconocimiento al empeño y sacrificio con que Santos llevó a cabo la tarea.

Al expresidente de Costa Rica, Óscar Arias, en su momento también le reconocieron sus esfuerzos por lograr la pacificación centroamericana.

Y en el caso de Santos es indudable que se empleó a fondo en el cumplimiento de esa misión, hasta el punto de sacrificar su capital político, pues se trata de uno de los mandatarios con menos prestigio de América Latina. Este hecho contrasta de forma dramática con la percepción que tienen los países del mundo sobre su liderazgo en los países de la región.

El Premio Nobel de Paz para Santos significa –sin duda alguna– un respaldo absoluto a la negociación con las Farc y una apuesta de la comunidad internacional a la continuidad de la negociación –pese al revés del Sí en el Plebiscito de la Paz– con el fin de que se logré la paz con las Farc después de 52 años de guerra con ese grupo insurgente.

Pero el Nobel de Paz es también un voto de confianza al país y a su clase política –incluyendo a quienes se oponen a Santos– para que, de forma civilizada y con sentido patriótico, logren los acuerdos que permitan superar el conflicto armado con las Farc, al que el Comité del Nobel llama de forma errónea, “guerra civil”.

¿Qué pasará con el Acuerdo Final? ¿Qué tantos ajustes resiste el Acuerdo Final? ¿Uribe y Pastrana en la foto de la paz con las Farc?

Alcances de la cumbre en Palacio entre Santos, Uribe y Pastrana

Antes de que se conociera el Premio Nobel de Paz a Juan Manuel Santos, el hecho político en Colombia había sido el encuentro del presidente Santos con los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana –principales promotores del No en el Plebiscito– en la Casa de Nariño. Luego de la reconocer la derrota el pasado domingo en la noche, Santos convocó a sus principales opositores para buscar puntos de encuentro que permitan superar la crisis desatada por la derrota del Sí. Como los resultados del plebiscito dejaron al país partido en dos partes iguales, podría decirse que al sumar a quienes se opusieron al Acuerdo Final, Santos tendría –ahora sí– casi la totalidad de la votación. De hecho, Pastrana aseguró –luego de la entrevista con Santos– que “ahora sí el 98% de los colombianos está con la paz”. Pero la negociación con Uribe es mucho más tormentosa, pues las diferencias de este con el texto acordado son profundas y nada fáciles de conciliar. El Nobel de Paz, sin embargo, pone a Santos en una posición ventajosa, pues se trata del mayor espaldarazo que pudiera recibir.

Triunfó el No y perdió el Sí

Contra todos los pronósticos, el pasado domingo el No le ganó al Sí en el Plebiscito por la Paz. Y ello tiene consecuencias jurídicas y políticas de gran alcance. En otras palabras: un hecho político de esa magnitud produce efectos jurídicos, así los voceros de las Farc y algunos funcionarios del Gobierno haya pretendido ignorar estos últimos. Si la consulta del pasado domingo no tuviera efectos políticos y jurídicos, ¿qué sentido tendría el hecho de haberla convocado? ¿Se trataba de un simple saludo a la bandera? Tanto efecto produjo el triunfo del No el domingo que Santos debió convocar a la Casa de Nariño a sus promotores para escuchar sus observaciones al Acuerdo Final. Y de esas reuniones saldrán los “ajustes” al Acuerdo Final, que deberá ser discutido con los delegados de las Farc en La Habana. Ese es el verdadero alcance del triunfo del No. Y si bien es cierto que quien responde por el Estado en la negociación de La Habana es Santos, como Presidente de la República, no es menos cierto que lograr una paz con las Farc con más del 50% de los colombianos en contra, es firmar con absoluta certeza el fracaso de la negociación. No se trata de renegociar el Acuerdo Final, sino de someterse a una valoración crítica que permita hacerle los ajustes necesarios para hacerlo mucho más digerible para los colombianos.

Un Nobel de Paz sin la contraparte

Rodrigo Londoño Echeverry, ‘Timochenko’, jefe máximo de las Farc, no saldrá en la foto al lado de Santos a la hora de recibir el Premio Nobel de Paz en Oslo, el próximo 10 de diciembre. Es una de las pocas veces que la contraparte de una negociación de paz queda por fuera del máximo galardón. En el caso de las Farc pesó mucho el hecho de seguir siendo considerado un grupo terrorista, así como sus vínculos con organizaciones narcotraficantes –dos sapos que Santos se tragó a la hora de negociar, pero que la comunidad internacional condena de forma implacable– al igual que el reclutamiento de menores y la siembra de minas antipersonas. En otras palabras: aunque ambas partes han hechos grandes esfuerzos por alcanzar la paz, el de Santos es mayor, según el Comité del Nobel de Paz. Punto. Premiar solo a Santos es también reconocer el enorme sacrificio que ha hecho Colombia por superar un conflicto que ha dejado 220.000 muertos y más de 6 millones de desplazados. De igual manera llaman la atención sobre el papel de las víctimas del conflicto, quienes han padecido el rigor de la guerra y por primera vez son el centro de una negociación entre el Gobierno y una organización armada ilegal.

La negociación en La Habana sigue

El pasado viernes, las partes sentadas en La Habana, anunciaron que mantendrán el cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo, lo que se constituye, sin duda, en una gran noticia, pues el propio presidente Santos había dicho que el cese llegaría hasta el 31 de Octubre. El anuncio reafirma, además, la voluntad de paz de las Farc y su deseo de continuar los diálogos, pese a la incertidumbre que les genera la derrota del Sí. Este inesperado resultado cambió los planes, tanto de los jefes guerrilleros como de los combatientes rasos, quienes ya se encontraban en algunos campamentos para proceder a la entrega de sus armas, para luego comenzar su proceso de reinserción a la vida civil. El triunfo del No cambió ese escenario de forma dramática, hasta el punto de que, para varios analistas, el llamado Acuerdo Final –que soportaba la negociación– perdió toda validez y hoy la suerte de los guerrilleros de las Farc está en un limbo. Pese a ello, el mensaje enviado desde La Habana el pasado viernes apunta a mantenerse en la mesa para buscar salidas a la crisis desatada. El mensaje es un parte de tranquilidad, tanto para la opinión pública como para los mismos combatientes que se encuentran acantonados en diferentes zonas.

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