Análisis Ley del Montes: ¡Por fin llegó la hora de la paz con las Farc!

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POR: ÓSCAR MONTES – @LEYDELMONTES
Con la firma del Acuerdo Final entre el presidente Santos y ‘Timochenko’, mañana en Cartagena, ese grupo guerrillero dice adiós a las armas para convertirse en un movimiento político.

El momento que millones de colombianos soñamos y que pensamos que nunca disfrutaríamos llegó: el de la firma de un acuerdo que ponga fin a más de 50 años de guerra entre el Gobierno Nacional y las Farc, una de las organizaciones guerrilleras más antiguas del mundo y la que más daño causó al país en las últimas décadas.

Cuando mañana el presidente de la República, Juan Manuel Santos, y Rodrigo Londoño Echeverri, ‘Timochenko’, jefe máximo de las Farc, estampen su firma en el llamado Acuerdo Final de Paz, a las 5 de la tarde en el Patio de Banderas del Centro de Convenciones de Cartagena, la guerra con las Farc hará parte de la historia del país.

A partir de ese momento las Farc empezarán a recorrer un camino muy distinto al de la vía armada para tratar de acceder al poder. Es decir, las Farc a partir de mañana buscarán en las urnas –y con el voto de los colombianos– transformar al Estado que combatieron de forma implacable, valiéndose de actos de terror, como el secuestro de civiles y el ataque a poblaciones a lo largo y ancho del país.

El fin de la guerra con las Farc no significa “el fin de la guerra”, como expresó el presidente Santos en su intervención ante las Naciones Unidas en Nueva York, el pasado miércoles. Significa el fin de la guerra con las Farc. Y eso no es poco, dado el enorme efecto perturbador que adquirió este grupo.

Desde su surgimiento como grupo armado ilegal hace 52 años en Marquetalia, Tolima, bajo la orientación de Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, las Farc tuvieron como una de sus principales banderas la tenencia de la tierra, que es el primer punto del Acuerdo Final de Paz de La Habana.

Durante más de cinco décadas de levantamiento armado contra el Estado, las Farc emplearon los más crueles y sanguinarios métodos, como el secuestro y la extorsión, y se valieron del narcotráfico para cumplir con el propósito de alcanzar “las grandes transformaciones sociales que Colombia necesita”, según decía Marulanda.

Durante los años del conflicto armado con las Farc, este grupo guerrillero se sentó con delegados de casi todos los presidentes de Colombia. Y todos fracasaron en el intento de desmovilizar al grupo guerrillero y lograr la reincorporación de sus combatientes a la vida civil.

El país recuerda los diálogos con Belisario Betancur a comienzo de la década de los 80, que dieron origen a la Unión Patriótica, movimiento político cuyos militantes fueron prácticamente exterminados por las llamadas “fuerzas oscuras del Estado”. O por los “enemigos agazapados de la paz”, como los llamó el exministro Otto Morales Benítez.

Los presidente liberales Virgilio Barco y César Gaviria también tuvieron acercamientos de paz con las Farc. Este último, inclusive, logró sentar a sus comisionados con los delegados de las Farc en Caracas y en Tlaxcala, México. Pero en esa oportunidad tampoco fue posible parar la guerra con este grupo insurgente.

El siguiente paso le correspondió a Andrés Pastrana, quien superó el amargo episodio de “la silla vacía”, como se le llamó al desplante de ‘Tirofijo’ al no asistir al acto de formalización de la negociación entre el Gobierno y las Farc en San Vicente del Caguán. A la postre los llamados ‘Diálogos del Caguán’ fracasaron.

Álvaro Uribe –pese a su lucha frontal contra las Farc– también tuvo acercamientos con sus jefes buscando una salida negociada a la confrontación armada. Pero tampoco logró negociar con ellos.

Curiosamente, quien sí pudo desmovilizar a las Farc y lograr la reincorporación de sus combatientes a la vida civil fue el exministro de Defensa de Uribe, Juan Manuel Santos, quien mañana en Cartagena, en su segundo mandato, estrechará la mano de ‘Timochenko’ para dar por terminadas cinco décadas de guerra contra el Estado por parte de ese grupo guerrillero.

¿Por qué Santos y ‘Timochenko’ sí pudieron?

Después de los duros golpes militares recibidos en anteriores gobiernos, especialmente en los de Álvaro Uribe, los jefes de las Farc entendieron que el acceso al poder por la vía armada era una quimera.

Santos, por su parte, entendió mejor que nadie que el contexto internacional había cambiado y que los mejores aliados para la guerra –como Estados Unidos– también podrían ser los mejores aliados para la paz. Encontró, además, en Venezuela, con Chávez y con Maduro a la cabeza, dos “nuevos buenos amigos” que contribuyeron a aclimatar los diálogos. A ello se sumó Cuba, que les dio confianza a ambas delegaciones. El espejo de gobiernos de izquierda que llegaron al poder por las urnas también contribuyó a que los jefes guerrilleros entendieran que era la hora de decirle adiós a las armas.

¿Crímenes sin castigo?

El gran reto que tendrán los jefes de las Farc será derribar el enorme muro de desconfianza que –gracias a sus actos de terror– se encargaron de levantar entre esa organización subversiva y millones de colombianos. Las encuestas muestran que la inmensa mayoría quiere ver a sus jefes detrás de unas rejas pagando por sus delitos. Por esa razón ven como un premio los castigos contemplados en la Justicia Transicional, que no incluye las cárceles con barrotes como castigo, sino otras sanciones, como la restricción de la libertad y la obligación de contar toda la verdad de los hechos cometidos, como una forma de reparación a las víctimas. Ese tipo de castigos son los que –para un buen número de colombianos– constituye impunidad.

Para acceder al poder por las urnas, las Farc tendrán que derribar no solo el muro de desconfianza –y hasta odio– que las separa de la mayoría de los colombianos, sino demostrar que jamás volverán a empuñar las armas para cumplir con sus propósitos políticos.

¿Y las Fuerzas Militares qué papel jugarán?

Debo confesar que la entrevista que le hice al general retirado Jorge Enrique Mora Rangel, excomandante del Ejército Nacional y de las Fuerzas Militares, para el especial que Telecaribe preparó con motivo de la firma del Acuerdo Final de Paz, me causó una gran emoción. A ello contribuyó –sin duda– el hecho de ver al más “tropero” de los generales del país hablando con absoluta convicción de la paz con las Farc, luego de ser testigo durante muchos años de su convencimiento absoluto de la derrota militar del “enemigo”. Esa convicción del general (r) Mora en reconocer como interlocutores a quienes antes eran sus enemigos será fundamental para un Ejército que tendrá un papel fundamental en el posconflicto.

El fin de la guerra con las Farc no es la paz del país

Que las Farc dejen sus armas no quiere decir que la paz llegó a Colombia. Quiere decir que las Farc dejaron las armas. Punto. Nada más, pero tampoco nada menos. El hecho de que durante el cese bilateral y definitivo del fuego las acciones de ese grupo guerrillero se hayan reducido a cero, significa que la “bomba de terror” está siendo desactivada, o que la “fábrica de víctimas”, como lo define el presidente Santos, está a punto de cerrar sus puertas. La paz integral de Colombia pasa por otros caminos, que incluyen a otras organizaciones criminales como el ELN y las Bacrim. La paz de Colombia tiene un componente social enorme que no puede ser soslayado con la firma del Acuerdo Final con las Farc. En otras palabras, la firma con las Farc no significa la paz para Colombia, pero sí quiere decir que desde mañana estaremos más cerca de que los colombianos –¡por fin!– podamos vivir en paz. Y eso –después de más de 50 años de guerra– es una bocanada de aire fresco que todos nos merecemos.

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