Análisis Ley del Montes: ‘Sí’ o ‘No’, campañas del miedo

Compartir:

POR: ÓSCAR MONTES – LEY DEL MONTES

En Colombia no habrá terrorismo de las Farc si gana el ‘No’, pero tampoco se impondrá el castrochavismo si gana el ‘Sí’. La guerra sucia se tomó la campaña del Plebiscito por la Paz.

Una vez conocido el texto definitivo de los acuerdos de paz de La Habana entre el Gobierno y las Farc, empezó en el país la campaña de quienes comparten y quienes se oponen a lo pactado. El próximo 2 de Octubre –cuando se celebre el Plebiscito– se sabrá quienes cumplieron con el propósito de persuadir al mayor número de colombianos para que respalden su propuesta de refrendación o de rechazo de lo acordado.

Por lo visto hasta el momento, la campaña plebiscitaria será una más de las tantas que se han celebrado en el país en la historia reciente. Una de tantas plagadas de mentiras y golpes bajos al contendor. Los promotores del ‘Sí’ y los del ‘No’ decidieron valerse de los adjetivos y no de los argumentos. Ninguno de ellos está defendiendo las virtudes de su propuesta, sino los defectos de la otra. Así ocurre en todas las campañas políticas en el mundo. Son campañas mezquinas en las que impera la “guerra sucia y la publicidad negativa”.

En el caso colombiano terminaron posicionándose dos argumentos falaces sobre los cuales se montaron las campañas. El primero sostiene que si gana el ‘No’, entonces Colombia volverá a la guerra total y el país será objeto de todo tipo de atentados terroristas. Pero esta vez el terror no será en el campo, sino en las ciudades, como vaticinó el mismísimo presidente Juan Manuel Santos, máximo promotor del ‘Sí’.

El expresidente César Gaviria, designado por Santos “jefe de campaña” del ‘Sí’, también sostiene que el triunfo del ‘No’ será volver a la guerra con las Farc, pues –según el ex mandatario– ellas volverán al monte a continuar la guerra, destrozando todo lo que encuentren a su paso, incluyendo torres de energía, carreteras y puentes. Curiosamente, ese escenario ha sido descartado por los propios voceros de las Farc, como alias ‘Antonio Lozada’, quien afirmó en La Habana que –aún ganando el ‘No’– ese grupo guerrillero insistirá en la salida política y negociada al conflicto armado.

Pero los defensores del ‘No’ también se valen de argumentos mendaces, como el de afirmar que si gana el ‘Sí’ entonces Colombia caerá en las garras del castrochavismo y que seremos la nueva Venezuela de América Latina. Todos los que se oponen al ‘Sí’–con los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana a la cabeza– sostienen que un triunfo del ‘No’ llevaría al país a padecer la peor crisis social, económica y política de su historia, pues –según ellos– “las Farc no quieren la paz, sino el poder”.

Los dos ex presidentes, así como otros connotados funcionarios del Estado, incluyendo aquellos que no pueden participar en política –como el procurador Alejandro Ordóñez– afirman que el acuerdo de paz de La Habana equivale a un “golpe de Estado” que bajo ninguna circunstancia puede ser refrendado en las urnas el próximo 2 de Octubre.

De manera que –por desgracia– la que estaba llamada a ser la campaña pedagógica por excelencia, la más transparente y la más incluyente de todas, terminó convertida en un ring de boxeo en el que todo vale, incluyendo –por supuesto–las mentiras, las ofensas y todo tipo de golpes bajos. Todos quieren vender su tocino diciendo que el del vecino está podrido, como ocurre en todas las campañas políticas del mundo.

En otras palabras, la campaña del Plebiscito de la Paz está diseñada sobre el fantasma del miedo: el miedo a lo que podría suceder en el futuro inmediato, que no es otra cosa que “la guerra total” o la instalación en Colombia del “castrochavismo”. Ahí viene el “coco” a comernos a todos si no hacemos lo que los promotores de uno y otro bando nos recomiendan. O peor: nos exigen.

¿El triunfo del ‘No’ es volver a la guerra total?

La presidenta de la Corte Constitucional, María Victoria Calle, al referirse a la posibilidad de un triunfo del ‘No’ y al papel que –en esas circunstancias jugaría el presidente Santos– ha dicho que “si gana el ‘No’ lo que podría hacer el Presidente –con base en sus atribuciones constitucionales– es continuar con una política de paz, impulsando una nueva negociación u otro tipo de acuerdo sobre la paz, que es lo que él trata de impulsar como tema político”. Es decir, Santos tiene las herramientas constitucionales para implementar una política de paz con las Farc –o con el ELN– aun perdiendo el Plebiscito. De hecho, la negociación con el ELN –si llega a darse– no tendría que ser sometida a un nuevo Plebiscito, que nos costaría otros miles de millones de pesos a los colombianos, plata que no tenemos. La comunidad internacional tampoco saldría despavorida, como pregonan los defensores del ‘Sí’. Estados Unidos, el papa Francisco, la ONU, la OEA y todos aliados del actual proceso, continuarán ofreciendo sus buenos oficios para que Colombia –¡por fin!– logre la paz. Todos ellos no tendrán opción distinta a la de respetar la voluntad de la mayoría de los colombianos, que en las urnas dijeron no estar de acuerdo con la forma cómo el gobierno de Santos negoció con las Farc. La propia Corte Constitucional ha dicho que la votación del Plebiscito se refiere de forma exclusiva a la negociación del Gobierno con las Farc. En otras palabras: lo que respaldarían o rechazarían los colombianos no es la paz, sino la negociación con las Farc. De ahí las limitantes establecidas por la propia Corte Constitucional, entre ellas la prohibición expresa de que las Farc puedan hacer proselitismo armado durante la campaña plebiscitaria: “Las Farc deben hacer entrega de sus armas. Deben renunciar a la fuerza, pues no se puede coaccionar al elector”, declaró la presidenta de la Corte Constitucional. No habrá tampoco incertidumbre política, puesto que nadie en Colombia –empezando por los precandidatos presidenciales, de donde saldrá el sucesor de Santos–, está dispuesto a meter reversa después de los avances alcanzados. Hoy en Colombia existe la voluntad política de negociar la paz con las Farc. El no estar de acuerdo con los términos de la negociación entre Santos y las Farc, no quiere decir que quienes así piensan se oponen a la salida negociada al conflicto armado.

De ganar el ‘No’ , ¿los jefes de las Farc volverían al monte?

Después de haber disfrutado por cuatro años de las comodidades que ofrece el estar lejos de la selva, resulta muy difícil imaginarse a alias ‘Timochenko’, ‘Iván Márquez’, ‘Pablo Catatumbo’ y ‘Marcos Calarcá’, entre otros, matando de nuevo mosquitos y serpientes en lo profundo del Putumayo o el Guaviare. Poder degustar de un buen mojito y una deliciosa ‘ropa vieja’, mientras se escucha un rítmico son o un romántico bolero, es un placer “burgués” al que no se puede renunciar con facilidad. Tampoco es fácil renunciar a una buena tarde de sol en un yate mientras se divisa La Habana a lo lejos y se departe con los camaradas a los que hacía muchos años no veían. Pero más allá de esas trivialidades mundanas, propias del capitalismo, lo cierto es que –como no ocurrió jamás en el pasado– hoy por hoy los jefes de las Farc tienen la convicción de que la única salida a la guerra es la negociada y que la única posibilidad de acceder al poder es mediante el respaldo popular y no valiéndose de los fusiles. Y eso es lo más importante. Las Farc ya no cuentan, además, con el poderío militar que en algún momento llegaron a tener, cuando coparon batallones del Ejército Nacional y capturaron a varios soldados y policías, durante el gobierno de Ernesto Samper. La derrota militar de las Farc es un hecho que ni sus propios jefes pueden negar. De hecho, la negociación con Santos es producto de los golpes recibidos en tiempos de Álvaro Uribe, que –a su vez– fueron producto del fortalecimiento de nuestras Fuerzas Militares durante el mandato de Andrés Pastrana. De manera que regresar al monte no está en los planes de los jefes de las Farc. La única salida –para ellos y para todos– es la negociación política. No hay otra.

De ganar el ‘Sí’, ¿Colombia se volverá castrochavista?

El escenario creado por los promotores del ‘No’, según el cual de ganar el ‘Sí’ Colombia se volverá una nueva Venezuela no es realista y obedece mucho más a una eficaz estrategia de “vender el miedo como herramienta electoral”, que a un hecho objetivo. Para que Colombia sea una nueva Venezuela se requiere el cumplimiento de dos premisas fundamentales: primero, que las Farc sean Chávez y, segundo, que ganen las elecciones para que puedan imponer su modelo económico, social y político. Las Farc no son Chávez. Punto. Chávez ha sido el Presidente más popular que ha tenido Venezuela en toda su historia y las Farc son los personajes más odiados por los colombianos en toda su historia. Mientras Chávez ganó todas las elecciones en las que participó, es bastante probable que las Farc no ganen una sola. Tanto es así que el Acuerdo Final establece cinco curules para las Farc en la Cámara de Representantes y otras cinco en el Senado por dos períodos consecutivos, a partir de 2018. Si no existiera esa condición muy seguramente las Farc no tendrían representación política en el Congreso. Y una vez en el Congreso, la única forma de que el grupo guerrillero logre sacar adelante sus iniciativas –incluyendo las más radicales, que llevaron a Manuel Marulanda y a los demás “marquetalianos” al monte– es negociando su trámite en el Congreso con los ‘Roys’ Barreras y los ‘Ñoños’ Elías –entre otros– quienes si de algo saben es de negociar leyes y proyectos. Después de ver la tragedia venezolana, producto de la ineptitud, la desfachatez y el cinismo de los dirigentes chavistas, empezando por el presidente Nicolás Maduro, son muy pocos los dirigentes colombianos –a excepción de Piedad Córdoba– que están convencidos de que lo mejor que nos puede pasar es parecernos a Venezuela. Venezuela es un Estado fallido por cuenta del modelo “castrochavista”, como les consta y lo padecen millones de habitantes del vecino país a los que se les va la vida haciendo colas para comprar un rollo de papel higiénico.

¿El triunfo del ‘Sí’ es la muerte política de Uribe?

Hay congresistas que para justificar su respaldo al ‘Sí’, pese a declararse opositores a Santos, afirman que el triunfo de quienes defienden los acuerdos significaría salir de una vez por todas de las Farc y de Uribe. Falso. Los dirigentes de las Farc seguirán dando sus batallas, ahora desde la plaza pública y el Congreso, sólo que en lugar de estar camuflados, lucirán vestidos de Arturo Calle; mientras que Uribe continuará siendo opositor de Santos y buscará retornar al poder por interpuesta persona en las presidenciales de 2018. En el caso de los dirigentes de las Farc –una vez lleguen al Congreso– tendrán que dar todas las explicaciones que no dieron en La Habana, sobre reclutamiento de menores, narcotráfico, secuestros y extorsiones, como hoy le toca a Uribe responder por los “falsos positivos”, la “parapolítica” y el paramilitarismo, que a diario le enrostran sus contradictores. De manera que el discurso de la supuesta “desaparición de los “enemigos políticos” es otra falacia, que están empleando los amigos del ‘Sí’ en la campaña plebiscitaria. Ese nuevo escenario político implica –sin duda– un enorme reto para Uribe, quien deberá enfrentar prácticamente solo la aplanadora conformada por quienes integren el llamado por alias ‘Iván Márquez’ “Gran Acuerdo Político del Posconflicto”. De dicha coalición harían parte los partidos que hoy conforman la Unidad Nacional, más el movimiento político que surja de la reintegración de los ex combatientes de las Farc a la vida civil. Ese es, pues, el escenario político que podría abrirse paso en el futuro inmediato, en caso de que el ‘Sí’ logre imponerse en el Plebiscito del 2 de Octubre. Esa nueva realidad es perfectamente posible y ella hace parte de las reglas de juego de todo sistema democrático. Crear escenarios fatalistas sólo contribuye a generar una mayor confusión y a los políticos oportunistas les permite pescar en río revuelto.

 

Compartir: