¡Lo que más me gusta, nunca me va a asustar!.

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Por Claudia Gaona

Cada vez que me preguntan qué es lo que más me gusta de Londres, la respuesta siempre es la misma y no tiene nada que ver, por supuesto, con el clima.

Es la sensación de tener el mundo entero cerca de mí y no necesariamente porque las conexiones aéreas o la tecnología reduzcan distancias y faciliten las comunicaciones.

Lo siento cerca porque cada vez que me subo a un bus o tomo el metro, escucho al menos seis idiomas distintos en un solo trayecto. Es muy fácil reconocer que la gran mayoría venimos de lugares distintos y remotos.

Nunca había conocido a alguien de Nepal, o visto en un mismo lugar judíos, cristianos y musulmanes; cada uno vestido con el traje que los caracteriza. Me emocioné mucho la primera vez que me subí a un bus y el señor conductor tenía un turbante gigante en la cabeza, me recordó mis problemas en el colegio con el Álgebra de Baldor, pero me gustó.

Me acostumbré a que cuando conozco a alguien la pregunta que sigue a cómo me llamo, es de dónde soy. Me maravillo todos los días con la diversidad y la multiculturalidad. Con el poder reconocernos diferentes y pertenecientes a un mismo mundo, cada uno con sus creencias y sus costumbres. Sentí desde el primer momento que, a pesar de lo grande y fría, es una ciudad incluyente. Cada uno encuentra su espacio para ser como es y los demás respetan eso.

Mis clases en la universidad eran como como un viaje mochilero por el mundo pero en un salón o en el pub de la esquina. Un día nos íbamos a degustar la cocina china, recomendada por Sze, una china de verdad que sabía qué era lo que debíamos comer. Tenía compañeros de Pakistán, India, Barbados, Turquía, Rusia, Isla Mauricio, y cada uno involucraba un poco al otro en su cultura, en sus costumbres, en sus problemas.

Cada día trae algo nuevo por aprender del que estaba a mi lado. Aprendí que los musulmanes oran cinco veces al día y tienen horas fijas para hacerlo, porque una de mis compañeras, de Pakistán, le pidió permiso a la profesora para abandonar la clase 10 minutos y poder cumplir con su horario. La teacher, por supuesto le dijo que sí. Vi cómo celebraban el inicio y el fin del Ramadán.

Mi amiga de la India me ayudó a entender Cricket, la turca me enseñó que también tienen muy buen café y los mejores dulces para acompañarlo, un amigo Pakistaní me enseñó a fumar shisha, esa pipa de agua, tabaco y sabores mezclados que algunos dicen que es peor que un cigarrillo y sin entrar en detalles me enamoré de mi profesor de finanzas que es griego.

La multiculturalidad del mundo es algo maravilloso y me produce un profundo desconsuelo pensar en cómo los horribles hechos de hace una semana en París van a hacer que cada vez nos sintamos menos libres y que la gente sea cada vez menos tolerante y respetuosa a esas diferencias.

Lo que más me gusta de esta ciudad, no me puede causar ahora miedo, aunque mi corazón salte cada vez que escucha una sirena y aunque ahora tenga que ver en las calles policías armados que antes no veía.

Publicado en la W

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