Análisis Ley del Montes: El Gobierno debe ‘deshabanizar’ su agenda

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POR:  ÓSCAR MONTES – @LEYDELMONTES

Pretender vender la paz a las buenas o las malas, terminó por pasarle cuenta de cobro al presidente Santos, quien deberá alejarse de La Habana y acercarse a las regiones si quiere recuperar el terreno perdido en las encuestas.

¡Qué lejos están los tiempos en que el presidente Juan Manuel Santos gozaba del 87 por ciento de aprobación por parte de los colombianos! Esa extraordinaria cifra se remonta a los primeros seis meses de su primer gobierno, cuando estrenaba mandato y el país creía que saldría bien la arriesgada apuesta de negociar la paz con las Farc.

Hoy las cosas cambiaron de forma dramática. La más reciente encuesta de Datexco para La W Radio y El Tiempo muestra que el 73 por ciento de los colombianos desaprueba la gestión presidencial, mientras que tan sólo el 22 por ciento respalda la manera como Santos maneja el país. En dicho estudio la imagen desfavorable del Presidente es del 67 por ciento, mientras que la favorable es apenas del 24 por ciento. Respecto a la última medición de Datexco –realizada en mayo pasado- la desfavorabilidad de Santos aumentó cuatro puntos porcentuales.

En América Latina el único mandatario que supera a Santos en desaprobación es el venezolano Nicolás Maduro, cuya imagen desfavorable alcanza el 22 por ciento. Para alguien que se ha esmerado toda su vida por cuidar su imagen, que lo comparen con Maduro en materia de desaprobación no debe ser motivo de orgullo.

En lo que tiene que ver con los diálogos con las Farc, el 78 por ciento desaprueba su manejo por parte del Gobierno, mientras que tan sólo el 21 por ciento está de acuerdo. Mientras el 75 por ciento de los encuestados cree que la paz con las Farc no se firma, el 19 por ciento piensa que sí. Además, el 80 por ciento considera que las Farc no tienen intenciones de llegar a un acuerdo de paz, mientras que apenas el 16 por ciento cree lo contrario.

Se trata de resultados demoledores y preocupantes para un gobierno que decidió jugarse su suerte y su lugar en la historia al negociar con las Farc en La Habana. Y la contundencia de las encuestas es la que tiene al Gobierno desesperado tratando de ‘vender la paz’ a los colombianos, mediante entrevistas a los negociadores de La Habana y hasta al propio Santos respondiendo por Twitter múltiples preguntas sobre el tema. Está visto que el plato servido en La Habana tiene muchos sapos que los colombianos no están dispuestos a tragarse.

Aunque Santos diga que no le preocupa gastarse su capital político en negociar con las Farc, lo cierto es que la precariedad de su favorabilidad lo obliga a dar un “golpe de timón” que le permita no sólo convencer a los colombianos de las bondades de los diálogos, sino recuperar la gobernabilidad perdida. “La paz, tengan la seguridad, es mejor negocio que la guerra”, les dijo el viernes a los empresarios antioqueños en Medellín, al tiempo que declaraba que por la vía militar las Farc no podrán ser derrotadas, “ni en diez, ni en quince, ni en veinte años”.

El mensaje de Santos a los empresarios de Medellín -tierra abonada para el uribismo, que propone la mano dura a las Farc y el condicionamiento a los diálogos de La Habana- cerró una semana de anuncios de paz, que se abrió con la entrevista concedida por el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, a Juan Gossaín –reproducida por varios medios de comunicación, entre ellos EL HERALDO- en la que sostuvo que el Gobierno está dispuesto a “aceptar un cese del fuego, aún antes de la firma de los acuerdos, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial nacional e internacional”.

Aunque los medios de comunicación prefirieron titular con el efectista anuncio de que –según De la Calle- “es posible que un día las Farc no nos encuentren en la mesa de La Habana”, es evidente que el mensaje del Gobierno al grupo guerrillero estaba en la frase del jefe del equipo negociador según la cual –tal como pretenden las Farc- el Gobierno acepta un cese bilateral del fuego, aún antes de la firma de los acuerdos. Es evidente que –valiéndose de De la Calle- Santos se retractó de la frase que con tono vehemente había pronunciado semanas atrás en la que afirmó que “el Gobierno no se dejará presionar por las Farc y no habrá cese bilateral del fuego”.

Es apenas obvio que el mensaje del Gobierno en la entrevista a De la Calle –distribuida por la Casa de Nariño a los medios de comunicación- debía ser respondido desde La Habana por los delegados de las Farc, quienes anunciaron un nuevo cese unilateral del fuego por un mes a partir del próximo 20 de julio, lo que debería traducirse en un desescalamiento del conflicto.

El problema es que cada día son más los colombianos que no creen en los anuncios de las Farc, tal y como lo muestran las encuestas, no solo Pulso País de Datexco. Y quien paga los platos rotos de esa desconfianza es el Gobierno, particularmente Santos y su gabinete, que en su mayoría también se raja en las encuestas.

Ello es así porque la agenda del Gobierno quedó amarrada a la suerte de La Habana. Se trata de un gobierno ‘Farc-dependiente’ en el que pareciera que todo lo que dice o hace tiene que ver con ese grupo guerrillero. ¿Qué pasa –por ejemplo– en el Ministerio de Cultura con los recursos para la realización de eventos de nuestro folclor, como el Festival de la Cumbia del Banco, Magdalena, o el de la Tambora en el sur de Bolívar? ¿Qué pasa en La Guajira, con los niños wayuu -¿decenas o miles?- que mueren por desnutrición y física hambre? Ninguno de esos asuntos –para sólo citar unos pocos- tiene nada que ver con La Habana, pero afectan a miles de personas que esperan respuestas por parte del Gobierno. Son muchas preguntas y pocas respuestas por parte de un gobierno que metió todos los huevitos en la canasta de La Habana. Veamos:

Mensajes contradictorios de Santos

El directo responsable de lo que suceda en los diálogos de paz en La Habana entre el Gobierno y las Farc es el presidente Juan Manuel Santos. Nadie más. Si la negociación sale bien, él se quedará con todos los honores y todos los premios, incluyendo -supongo- el Nobel de Paz, que tanto le interesa.

Si las cosas salen mal, también deberá responder por el fracaso. Pero para que las cosas salgan bien debe mostrar coherencia. Y coherencia es la que no ha mostrado en dos anuncios recientes: el cese bilateral del fuego y la capacidad militar para derrotar a las Farc.

El cese bilateral del fuego es imposible. No es un capricho. El Estado no puede maniatar a sus Fuerzas Militares y de Policía, mucho menos en Colombia, un país donde operan tantas organizaciones criminales, no sólo las Farc.

La obligación constitucional del presidente Santos es garantizar la integridad y la vida de todos los colombianos. Y en lo que tiene que ver con la derrota militar de las Farc, el propio Santos ha dicho que las Fuerzas Militares están preparadas para derrotar a las Farc. Y así es. Pocos ejércitos del mundo tienen la experiencia y las herramientas para vencer al enemigo como el colombiano.

Nuestros soldados saben combatir y conocen el terreno. La derrota militar de la que se habla -en el caso de las Farc- no es su aniquilamiento, ese sí imposible, en 10, 15 o 20 años- es la de reducir al máximo su capacidad de combate para llevarlas a negociar. “Si no podemos vencer a las Farc entonces para qué peleamos”, me dijo un coronel retirado del Ejército.

Ministros, más gestión y menos confrontación

Aunque las instrucciones impartidas por la Casa de Nariño a todos los ministros es la de “vender la negociación con las Farc” por todo el país, para contrarrestar el discurso del uribismo, lo cierto es que se trata de grave error. Lo que el Gobierno debe hacer es todo lo contrario: ‘deshabanizar’ su agenda, es decir, sacarla de La Habana y demostrar que su gestión en casi cinco años de mandato va mucho más allá de los diálogos con las Farc. En ese sentido él único que ha entendido la situación es el vicepresidente, Germán Vargas Lleras, quien todos los días aparece inaugurando acueductos o carreteras, como si en La Habana no hubiera negociación. Punto. En cambio la ministra de Educación, Gina Parody, cree que emprendiéndola contra Álvaro Uribe –de quien fue su apasionada promotora y defensora- está haciendo bien la tarea. Todo lo contrario: se raja con rotundo éxito, pues no solo no ‘deshabaniza’ la agenda, sino que la ‘uribiza’ mucho más, como si las peleas de Santos con Uribe no fueran suficientes. Parody debería ocuparse de asuntos más importantes como la elección del rector de la Universidad del Atlántico, que hoy se la pelean los políticos del departamento. Otro que luce confundido y errático es el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, que cree que todavía se puede poner las camisas guayaberas de La Habana y no el camuflado del Ejército. Su primer anuncio, en el que les garantiza la seguridad a los posibles desmovilizados de las Farc -bueno para el posconflicto, pero pésimo para el conflicto-, desconcertó a las tropas, que todos los días mueren en enfrentamientos con las Farc en las montañas del país.

La gran paradoja: un Gobierno muy uribista

La mejor manera que tiene el Gobierno de ‘desuribizarse’ es ‘deshabanizándose’. Me explico: en la medida en que el Gobierno –con Santos a la cabeza- insista en meter todos los días los diálogos de La Habana en la agenda nacional, como si no hubiera otro asunto de qué ocuparse, la figura del ex presidente Álvaro Uribe cobra vigencia y ello es así porque el gran enemigo de las Farc no es Santos –aunque él lo pregone- sino Uribe. Punto. Y hoy por hoy los colombianos no ven a las Farc como amigas –como quisiera Santos- sino como enemigas. Y los colombianos creen que el remedio para esa especie de cáncer nacional llamado Farc es Uribe y no Santos. Por eso cada punto que pierde Santos en las encuestas por cuenta de La Habana lo gana Uribe. Incluir en la agenda gubernamental otros asuntos prioritarios –sobre todo en las regiones, como salud, desnutrición infantil, educación y lucha contra la corrupción- sacaría al Gobierno del círculo vicioso en que terminó convertida la negociación de La Habana. Por eso, en lugar de poner a los ministros a hablar de los diálogos con las Farc lo que debería hacer Santos es pedirles que hablen de sus asuntos. Les iría mucho mejor.

Más obras y menos Timochenko

Para el Gobierno alejarse de La Habana significa acercarse a las regiones. Mientras las noticias que se reciban de la isla sean muertos, secuestros, voladuras de torres de energía y de oleoductos, no existe la menor posibilidad de que Santos logre vender su discurso de forma convincente y repunte en las encuestas. Hasta ahora lo que hay son simples anuncios que hablan de una paz que después de más de tres años no llega. La cara del Gobierno en las regiones es la de los politiqueros que hablan a su nombre y que –por ejemplo- en tiempos electorales negocian los avales por cifras astronómicas. Punto. Uno de los pocos ministros cercano a las regiones es el de Vivienda, Luis Felipe Henao, quien ha logrado sacar adelante su agenda con la realización de obras para los sectores más vulnerables de la población. Su ejemplo debería ser imitado por sus colegas de gabinete. Insistir en vender la paz de La Habana a las buenas o las malas –para decirlo en términos santistas- es un error. Ya es hora de que el Gobierno muestre sus obras en lugar de exhibir todos los días a y a todas horas las caras de Timochenko y de Iván Márquez, que nos llenan de zozobra y hasta nos quitan el apetito.

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