América Latina cada vez menos católica

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La sangría de fieles católicos y la creciente conversión de fieles a otras corrientes del cristianismo, como el protestantismo, así como el aumento de los ateos y agnósticos, es un fenómeno global. Y América Latina, la región que concentra al 40% de los católicos de todo el mundo y de donde proviene el papa Francisco, no es ajena a esta realidad.

Si en 1970, nueve de cada 10 latinoamericanos se declaraba católico, hoy ese número se ha desplomado al 69%. Aproximadamente uno de cada cuatro nicaragüenses, uno de cada cinco brasileños y uno de cada siete venezolanos ya no son católicos.

¿Y qué ha crecido en su detrimento? Según un informe publicado hace una semana por el Pew Research Center, el 19% de la población latinoamericana se ha volcado a las iglesias protestantes, cuando más de la mitad de ésta ha sido criada en el catolicismo, es decir, se ha convertido. Asimismo, un 8% se declara ajeno por completo a la religión, del cual el 50% también creció como católico.

«Muchos católicos no se sienten interpelados por sus instituciones religiosas. Esto habla de una sociedad en la que la religión no determina comportamientos en la vida cotidiana ni la regula, o no tanto como las autoridades religiosas quisieran», afirma a Infobae la investigadora del Conicet en el CEIL y doctora en Sociología, Verónica Giménez Béliveau.

Entre las razones que esgrimen los ex católicos que han migrado al protestantismo, está la búsqueda de una conexión más personal con Dios, o bien de un estilo de culto o una iglesia que «ayude más» a sus miembros. Otros mencionan factores como problemas familiares, de salud o matrimonio con alguien no católico.

De acuerdo con el mencionado informe Religión en América Latina, en los 18 países latinoamericanos y Puerto Rico, una mediana de casi dos tercios de los protestantes se identifica como cristianos pentecostales. De hecho, hablar de protestantismo en la región es prácticamente sinónimo de pentecostalismo.

El movimiento pentecostal plantea que es posible experimentar los «dones del Espíritu Santo», como la sanación divina, hablar en lenguas y recibir revelaciones directas de Dios, sin la intervención de un tercero. Y, a diferencia de la Iglesia católica, no hay una autoridad central de poder. La Iglesia Universal del Reino de Dios, popularizada en Brasil y exportada a otros países de la región, es un ejemplo de esto.

¿El catolicismo, en crisis?

«El catolicismo en general está numéricamente en declive en aquellos lugares donde fue mayoría, como el sur de Europa y ahora también América Latina», subraya la socióloga Verónica Giménez Béliveau. «Pero la crisis de las instituciones no le sucede solo a la Iglesia católica; esta queja de que los fieles ya no se acercan o no cumplen con los preceptos también pasa en otras iglesias cristianas no católicas, o en colectividades judías», añade.

Giménez subraya, en ese sentido, que esto se explica con la «individualización al extremo» que se vive en la actualidad moderna, en la que las personas tienen la potestad de elegir con quién casarse, cuándo tener hijos o qué tipo de educación darles.

«La relación de los individuos con los grupos sociales a los que pertenece se reconfigura y el individuo pasa a tener una relación más fuerte consigo mismo», coincide el antropólogo César Ceriani Cernadas, también investigador del Conicet y docente de Flacso.

«El individuo se piensa más autónomo y más agente, con posibilidades de cambio de su propia historia, como el trabajo, la prosperidad económica, la salud o el relacionarse directamente con la divinidad que responde a estas cuestiones, que es lo que propone el pentecostalismo», agrega Ceriani, que aclara que lo mismo ocurre a nivel global, con la adopción por ejemplo de espiritualidades orientales que también ponen la cuestión personal en el centro.

¿Por qué el pentecostalismo?

Ceriani remarca que la tendencia hacia el pentecostalismo en América Latina no es nueva, dado que comenzó a marcarse a partir de los años 60, aunque se ha profundizado en los últimos 25 años. Este movimiento es compatible e incluso incentiva el individualismo y las aspiraciones de progreso y ascenso social. De esta forma, parece ajustarse a las necesidades actuales de una región de fuertes desigualdades, en la que la prosperidad de la última década ha alimentado el deseo de la movilidad y la prosperidad.

En tanto, los católicos latinoamericanos tienden a ser menos conservadores que los protestantes en temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, las relaciones sexuales extramatrimoniales, el divorcio y el uso de anticonceptivos. De esta manera, se entiende por qué algunos ex católicos eligieron al pentecostalismo en la búsqueda de «una iglesia que diera más importancia a la ‘moral’ en la vida cotidiana», de acuerdo con el Pew Research Center.

Por otro lado, el pentecostalismo se ha consolidado entre las poblaciones indígenas. «En el Chaco argentino, el 99% de los indígenas son evangélicos y pentecostales. Hay una afinidad lógica entre la posibilidad del acceso directo a las potencias sagradas y la cosmología de los indígenas chaqueños que creen que hay espíritus poderosos con los que el hombre puede relacionarse», señala Ceriani.

Sin embargo, los pueblos aborígenes de la zona andina, como los quechuas y los aymaras, eran sumamente católicos, con «devociones dentro del catolicismo popular sintético latinoamericano, como el culto a los santos y la Pachamama», y hoy también presentan una predisposición al pentecostalismo, según Ceriani. Por lo tanto, el crecimiento de este movimiento es una constante de la región pero «depende del contexto y de los lugares».

Lo cierto es que América Latina sigue siendo hegemónicamente católica. En Paraguay, el 89% declara profesar esa religión, mientras que en Chile, Costa Rica y Brasil son más del 50%. Pero el fenómeno de conversión hacia el pentecostalismo es acentuado y, si se mantiene el ritmo de la tendencia actual, menos de la mitad de la población latinoamericana podría ser católica en 2050.

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